martes, 27 de mayo de 2008

Mayo literario (18)


Estuvo por Bogotá la artista Cristina Lucas. Desbordante de energía, con múltiples proyectos en paralelo, Cristina se sumergió en la ciudad y la recorrió de punta a punta, siempre bajo la tutela de Betty y Kathy, las incansables chicas de La Central (¿A qué hora duermen?). Mi apartamento, como si no tuviera bastante ajetreo con las improvisadas reuniones que espontáneamente nacen pasada la medianoche, fue sujeto y objeto de dos de sus proyectos. En homenaje a mi temporal "room-mate" David, con el que he compartido una semana de complicidades, risas y otras vainas, transcribo uno de sus "Belmont bogotanos", en el que habla de Cristina y de Juan Navarro, que también corre por la séptima estos días.

"En el país de Gabriel García Márquez sería casi descortés por su parte que el realismo mágico no se presentara un día cualquiera. Ayer tarde se hizo físico en la figura de una artista visual que se presenta en casa sin avisar y sin mediar apenas conversación me pide que me asome a la ventana para que me tomen una foto. Llama a un móvil y en seguida aparece en una de las ventanas del bloque de enfrente la silueta de otra chica que me enfoca con la cámara como si de una francotiradora de élite se tratara. "La prueba ha ido muy bien, ahora toca convencer al resto de vecinos", me comenta como si yo supiera a estas alturas de qué va todo esto cuando en realidad todavía no me he recuperado del susto. Con toda la naturalidad del mundo me explica que está preparando una exposición en la que la pieza estrella será una fotografía en la que aparecerá toda la comunidad vecinal asomándose a la vez a sus respectivas ventanas. Acto seguido me pregunta qué excusa le planta a los vecinos para justificar tal foto. Me repantigo en el sofá y con voz grave le espeto que excusa ninguna, que la gente estará encantada de participar en un acto artístico y colectivo en el que la colectividad interactúe por una vez en conjunto aunque sea en un acto efímero. Que eso siempre funciona y que si no cómo entiende que miles de personas se despeloten ante el objetivo de Spencer Tunik en cualquier rincón del mundo y sin rechistar. Le digo que la idea me parece genial. Lo que le debe preocupar es el esfuerzo que supone llevarla a cabo. En el bloque hay 22 pisos, a dos ventanas por puerta, salen una barbaridad de vecinos a los que hay que involucrar en el acto efímero. Me comenta que no importa y que los convencerá como se ha hecho siempre, estilo puerta fría. Al rato de marchar me llaman por el interfono. Se trata esta vez del portero de la finca -aquí en Bogotá son espartanos cancerberos que protegen el fortín de la clase burguesa con ahínco- que me comenta que la chica que entró en mi casa está ahora importunando a los vecinos y que se ha quejado el del piso 16 que la busque por las escaleras. Rubrica la información sobre mi coyuntural vecindario con un "es que aquí en el bloque la gente es muy delicada". Después me entero que en Bogotá la clase pudiente se puede delicar con estas cosas. Es un verbo de uso autóctono con el que el arte efímero de mi compañera no contaba. Aquí la gente se delica cuando alguien la importuna. El que no parece delicado, más bien encantado de estar en Bogotá, es el actor español Juan Navarro que visita la ciudad para poner en marcha la primera convención de amos y esclavos i have a dream (sic) que se iniciará mañana miércoles en el marco del encuentro multidisciplinar Fiesta España 2008. Huelga decir que intentaré colarme por entre los alumnos de la maestría de teatro y artes vivas de la Universidad Nacional para ver de qué va esa vaina. Navarro ha hecho teatro con la Fura dels Baus y ha participado en la última película de Roger Gual, "Remake", en la que aparecía también Eusebio Poncela (por el que se me olvidó preguntarle a la vera de un ron en un encuentro improvisado en casa de Marc). Me explica algunas de sus últimas experiencias más sonadas, como esa propuesta suicida que llevó a cabo a principios del año pasado en el Apolo junto a Corcobado. "Agrio beso" se llamaba la broma en la que se repartió MDMA en cristal a los presentes a la función para fomentar la empatía grupal entre gentes que coincidían en un espacio casi por azar. "Al principio se dieron reticencias obvias, pero una vez se animó la parroquia parecían feligreses comulgando", nos comenta ufano mientras insiste en que vivimos tiempos en que es de obligado cumplimiento que nos dejemos ya de tonterías e hipocresías materialistas y "comulguemos de una vez todos juntos y en procesión". Advierte que en cuanto calibre cuanto de delicados son sus alumnos del taller le encantaría repetir aquí la experiencia y que cuenta conmigo para poner música. Aleluya para hoy."

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