domingo, 29 de junio de 2008

Junio teatral 8 (futbolero)


Nuevamente en Bogotá. En el Festival El Malpensante. En el Gimnasio Moderno (especie de híbrido imposible entre colegio inglés y campus de college gringo). Son las dos menos cuarto. Empieza la final de la Eurocopa. A mi lado, Eduardo Lago, novelista y director del Cervantes de New York (no le gusta el fútbol pero hoy está nervioso). A su derecha José Antonio de Ory, más nervioso que nunca (llamando a la Casa de España cada cinco minutos para comprobar que allí no hay interferencias en la retransmisión televisiva). A continuación, el gran Pepe Ribas, emocionado con este equipo que gana dando espectáculo. A su lado el inclasificable periodista y experto televisivo Omar Rincón, colombiano, con su peculiar sombrero, soltando comentarios sarcásticos sobre esta muy poco seria selección alemana (fijaros en los jugadores revulsivos de la segunda parte: una panameño de Río de Janeiro y un tal Mario Gómez, hijo de español. Así no se puede, Deutschland). A mi izquierda el argentino Juan Forn, fan de Independiente y de Riquelme (me cuenta mientras me pasa un porro que Riquelme una vez le dijo que si no triunfó en el Barça fue porque no le pasaban la pelota (sic)) A su lado, el editor venezolano Sergio Dahbar, que se pasa el partido hablando por el celular, y cuando lo deja me pregunta si voy por España. Detrás, un montón de gente que no conozco: escritores, periodistas, editores y las mega-amables chicas del festival, siempre pendientes de uno, aunque no sea invitado como yo. “¿Necesita algo? ¿Ya le dieron el tickete de comida? Esta noche hay una fiesta en In Vitro”, todo esto dicho con una sonrisa que parece sincera, como si realmente quisieran cuidarme y hacerme mimos. Yo, por supuesto, me dejo. Extrañamente, todos estamos comiendo sushi y bebiendo o bien Coca Light o una Heineken. Todo es muy cool hasta que la señal televisiva empieza a fallar, lo cuál genera reacciones airadas de los presentes que Andrés Hoyos, el capo de todo este show, acepta resignado. Llega el golazo de Torres y salto de mi silla con casi la misma emoción que si hubiera marcado Messi en el Nou Camp. No me reconozco con este fervor patrio. Ahora sí que ya puedo declararme oficialmente exnacionalista catalán. En el descanso aparece un extraño sujeto que nos habla en alemán (aunque por su aspecto parece más latino que Ricky Martin), y que resulta ser un vendedor de cursos de idiomas, que se pasa el resto del juego dándonos la brasa con sus frasecitas en alemán. La segunda parte es un baile de buen fútbol. Llegamos a los últimos cinco minutos en los que, increíblemente, los defensas españoles parecen empeñados en darle la oportunidad de empatar a estos cabrones alemanes (creo que en mi lista de futbolistas odiados Ballack estaría entre los tres primeros, al lado de Zambrotta y Roberto Carlos seguramente). Estamos ya todos de los nervios hasta que finalmente se consuma la victoria. ¡Campeones! ¡Viva la armada invencible! ¡Gibraltar español, coño! Y Margarita también (esto lo cuento en la próxima…)

Adjunto un acertado texto de Manuel Vázquez Montalbán sobre la dimensión política del fútbol en España.

“Insisto que el principal instrumento vertebrador de España, pasada la hegemonía indiscutida de la Guardia Civil, es la Liga Nacional de Fútbol, porque impone a los catalanes la evidencia de que enfrentarse al Real Madrid es una clave de sus señas de identidad, mal abastecidas en el caso de formar parte de una liga autonómica cuyo partido cumbre sería Barcelona-Español y a continuación Santa Coloma de Gramenet-Matadepera. Igual podría decirse de los vascos, que en el caso de escindirse de España cifrarían toda su esperanza épica en que el Athletic venciera al Bayona, a la espera del encuentro del siglo: Athletic-Real Sociedad. El morbo de la Liga Española de Fútbol consiste precisamente en su carácter de guerra civil multilateral permanente e incruenta que provoca el sorprendente efecto de la unidad entre los públicos y los estadios de España”

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