viernes, 27 de junio de 2008

Junio teatral 6


Regreso a la Quinta Marmolejo, sede de la Embajada de España en Venezuela. Todo sigue tal como lo dejé. Ambiente relajado, aires tropicales y una sensación de que parte del personal son extras de una obra de Pirandello. “6 secretarias en busca de trabajo”, podría ser el título. Ellas intentan representar bien su papel. Se esfuerzan en hacer como que trabajan. Subo a mi antiguo despacho y me encuentro con Anna, mi “sucesora”, con sus gafas de pasta y su porte aristocrático, ideando proyectos, organizando la programación cultural, intentando aportar su granito de arena a la movida cultural caraqueña. A su lado Laura, que poco a poco le ha ido tomando el pulso a este desquiciado país. Ya no se enfada tanto con ciertas peculiaridades locales, tan distintas a las de su Segovia natal. Se sabe: allí donde fueres, haz lo que vieres. Al rato bajo a hablar con la canciller, Marily, que me adoptó como hijo durante mi estancia en Caracas, siempre resolviendo todo tipo de asuntos, desde el embarazo de la cocinera del Embajador hasta las disputas entre los chóferes, todo muy propio de esta España Corazón-Corazón que pese a todo el progreso económico sigue siendo tan “cutre y salchichera” como su entrenador de fútbol. A Anna le gusta mucho Hanif Kureishi. A mí también. Copio dos citas de “Intimidad”, tal vez su obra maestra.

“La gente no quiere que disfrutes, creen que es perjudicial para la salud. Porque podríamos empezar a desearlo más seguido. El deseo es un demonio que nunca duerme ni está quieto. Es travieso y no se adapta a nuestros ideales. Es el anarquista primigenio. Por eso no me sorprende que la gente quiera verlo en cana. Cada vez que creemos tenerlo bajo control, nos defrauda y nos llena de esperanza El deseo me hace reír porque nos convierte a todos en idiotas. De todas formas, prefiero ser idiota que fascista.”

“Después de dos mil años de civilización cristiana, si me cruzo con alguna persona con creencias religiosas, lo cual afortunadamente últimamente me sucede poco, lo considero un anormal, alguien que necesita una buena terapia. Apuesto a la imaginación humana, a su delicadeza, a la brutal agresividad de su energía, a su profundidad, a su poder para transformar el mundo material en arte. Me gusta lo que hacen esos hombres y esas mujeres. Prefiero eso a ninguna otra cosa sobre la tierra, a parte del amor y del lenguaje de los cuerpos. Vos sos inteligente y no quiero ponerme en evidencia diciendo algo demasiado egoísta…aunque creo que hay pocas instituciones más egoístas que la familia.”

5 comentarios:

David Puente dijo...

Ahí les dejó mi opinión sobre el Sónar de este año:

Para cuando se publiquen estas líneas ya habrás leído varios comentarios sobre el festival en nuestro foro y algunos otros blogs. Escribir crónica “oficial” del Sónar viene siendo cada año una tarea algo fútil de cara a la audiencia. La gente prefiere impresiones de primera mano, instintivas, ágiles y, sobretodo, desprovistas de intereses comerciales de por medio, para lo cual se aferra a las virtudes de la internet 2.0.y los foros nuestros de cada día. Los comentarios llegan al resto del mundo por parte de gente más apta, más rápida y, sobretodo, más joven que los plumillas de toda la vida. Así que a los del ramo les toca hablar sin ambages: el Sónar de este año ha estado flojillo. Pero me temo que sólo es una intuición. Igual es hasta un comentario baladí porque ya da igual como haya estado el Sónar. El festival barcelonés se ha convertido en un espacio común, un ritual que se maneja a partir de unas constantes vitales que hay que seguir con voluntad sacra, cuando no religiosa, sin saber muy bien por qué. El problema para los que escribimos sobre esto de la música electrónica es que a cada entrega del encuentro barcelonés es más fácil y tentador repetirse al escribir sobre el evento. Y ya se sabe que no hay nada peor para los que nos dirigimos al otro lado de la pantalla de ordenador que los espacios comunes. Difícil ya vislumbrar en el pozo del recuerdo en qué se diferencia el Sónar de este año del de la edición de 2002, por ejemplo. La principal novedad de esta última edición es que el Sónar se ha retrasado una semana con lo que los festejos en la ciudad se han alargado dos días más al quedar pegado al puente de Sant Joan y su correspondiente verbena del lunes. En la seria y aburrida Barcelona, tres noches después de acabar el festival aún explotaban petardos por el cielo. En lo musical he visto poco y mal, para que les voy a engañar. De aquí dos meses puede que me acuerde aún de la frescura con la que suenan ahora unos Pram que hacen música de hace 15 años cuando Stereolab y Girls Agains Boys eran lo más. De la bravura con la que la escena más “free” de Barcelona encara el futuro y el presente con veteranos como aixonoéspànic del alma inmortal de Víctor Nubla –cuando se pone esas gafas oscuras es Drácula y él lo sabe- dándole la alternativa sobre el mismo SónarComplex a jóvenes valores como Za, Nisei y QA’A. Tal vez me quede con la inusitada expectación por ver propuestas tan estomacales como Pan Sonic o la colaboración entre COH y y Cosey Fanny Tutti. Y tendré presente el sentido del humor “antipatriotil” y sacrílego de Electrotoylets.

Crisi... what crisi?

La mezcla de trabajo, compromisos profesionales y ocio también se repite cada año en esta hoguera de las vanidades que es Sónar, la música es la gran damnificada de cada año. Todo el mundo viene a Barcelona a vender vacas, terneros y lechones con lo que caminar veinte pasos sin coincidir con alguien que viene de lejos no es cosa fácil. La música experimental y avanzada que propone el festival internacional además tiene que competir con estímulos visuales y sensuales de lo más primarios. Ese es precisamente el gran triunfo del Sónar. Ya nadie se siente excluido de un evento que en sus inicios hizo de lo indescifrable su bandera. Los dos componentes que nos mueven en la vida, léase el mental y el físico, confluyen en un ambiente diurno no menos ambiguo, con unas instalaciones modernas, algo frías y minimalistas, en apariencia asépticas y deshumanizadas, cercado por un revuelo de vida de barrio de otra época con paredes garabateadas de cualquier manera y pancartas hostiles cayendo de fachadas desconchadas: “Sónar, aquí no”, dice una de ellas justo enfrente de la puerta de acreditados. Por las inmediaciones del MACBA y el CCCB, oriundos malayos, pakistaníes y marroquíes miran con extrañeza y cierta admiración bobalicona el desfile continuo del auto-denominado “público más moderno de Europa”. Esa modernidad se desparrama por el barrio del Raval durante tres jornadas interminables en los que el día se juntará con la noche sin posibilidad de marcha atrás. Acopio de chicas sobradas y regaladas –por lo a gusto que parecían encontrarse en un festival con un factor femenino tan acusado, no porque las repartieran en la entrada- y chicos sobreestimulados y recalentados. La juventud baila y se convierte en protagonista de unas jornadas en las que, paradójicamente, la música es lo de menos. Sigue siendo imposible para el grueso de la afición seguir la programación al dedillo de unos artistas con nombres como Rigas den Andre Pavan, Joxaren o Randy Barracuda Mesak, Sla and Eero Johannes… y menos cuando te enamoras cada diez minutos. Demasiado tentador perderse por las inmediaciones y dejarse llevar por el espectáculo de la carne. “Chicos y chicas bailan ritmos tribales de última generación al son del chamán que es el Dj en un entorno descaradamente hedonista”, decía hace quince años la revista Ajoblanco para describir esa burbuja uterina que todavía se sigue respirando a media tarde, por ejemplo, en el Sónar Village, incluso cuando el sol amenaza con caer a plomo. El Sónar en su rareza se ha convertido en un espacio conocido en el que ya no importa extrañarse. En el que da igual lo que hagas porque estará bien hecho. Reflexionar, ligar, drogarse. Todo encaja en el espacio diurno en el que uno tiene la sensación que lo contemporáneo avanza para no moverse. Precisamente cuando en el Sónar el único vicio sería repetirse. Como habrá estado el festival para que el periodista más cabal y certero se imbuya del espíritu sensual del encuentro y destaque mis supuestas dotes seductoras en su crónica para El Mundo. El Sónar necesita lo que yo. Lo que todos. Un buen meneo.

David Puente dijo...

Por cierto, otro libro muy al hilo de lo que dice Kureishi sobre la familia, las convenciones sociales, el amor "inmoral" y la dictadura de lo que está bien y lo que no: "La extraña" del húngaro Sándor Márai (con un par, se suició a los 89 años en su destierro de California). Un autor no demasiado conocido fuera de los países de la extinta URSS precisamente porque los comunistas lo borraron del mapa editorial.

Marc dijo...

Buena crónica.
Por lo que veo hice bien en quedarme por tierras caribeñas...
Favor de poner el link del artículo de El Mundo, periodista mediático!

David Puente dijo...

Javier Blánquez es un periodista que (casi) nunca se equivoca:

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/06/20/barcelona/1213941744.html

Anónimo dijo...

Cuando abandonó la trivialidad de los problemas multiraciales, kureishi, se dedicó a asuntos más serios ¿no? como una disección continua del deseo y todas sus resonancias. O más bien una disección de esa fuerza telúrica que es el deseo y todos las réplicas que suceden a ese terremoto. En Amor en tiempos tristes había una frase preciosa contenida en mi cuento favorito llamado lamparilla nocturna. Allí un hombre para quien la idea del progreso cotidiano era asunto del pasado da cuenta de su extraña relación con una amante que no habla de la que si mal no recuerdo no sabe ni el nombre. Qué más da. Al final de historia termina con frase bastante lugar comñún pero no por ello menos exacta (y no se si la recuerdo bien)" el deseo nos hace ir más allá de nosotros mismos. Hacia el mundo con cada uno de nuestros dedos."
Beso
Ana k.