domingo, 29 de junio de 2008

Junio teatral 8 (futbolero)


Nuevamente en Bogotá. En el Festival El Malpensante. En el Gimnasio Moderno (especie de híbrido imposible entre colegio inglés y campus de college gringo). Son las dos menos cuarto. Empieza la final de la Eurocopa. A mi lado, Eduardo Lago, novelista y director del Cervantes de New York (no le gusta el fútbol pero hoy está nervioso). A su derecha José Antonio de Ory, más nervioso que nunca (llamando a la Casa de España cada cinco minutos para comprobar que allí no hay interferencias en la retransmisión televisiva). A continuación, el gran Pepe Ribas, emocionado con este equipo que gana dando espectáculo. A su lado el inclasificable periodista y experto televisivo Omar Rincón, colombiano, con su peculiar sombrero, soltando comentarios sarcásticos sobre esta muy poco seria selección alemana (fijaros en los jugadores revulsivos de la segunda parte: una panameño de Río de Janeiro y un tal Mario Gómez, hijo de español. Así no se puede, Deutschland). A mi izquierda el argentino Juan Forn, fan de Independiente y de Riquelme (me cuenta mientras me pasa un porro que Riquelme una vez le dijo que si no triunfó en el Barça fue porque no le pasaban la pelota (sic)) A su lado, el editor venezolano Sergio Dahbar, que se pasa el partido hablando por el celular, y cuando lo deja me pregunta si voy por España. Detrás, un montón de gente que no conozco: escritores, periodistas, editores y las mega-amables chicas del festival, siempre pendientes de uno, aunque no sea invitado como yo. “¿Necesita algo? ¿Ya le dieron el tickete de comida? Esta noche hay una fiesta en In Vitro”, todo esto dicho con una sonrisa que parece sincera, como si realmente quisieran cuidarme y hacerme mimos. Yo, por supuesto, me dejo. Extrañamente, todos estamos comiendo sushi y bebiendo o bien Coca Light o una Heineken. Todo es muy cool hasta que la señal televisiva empieza a fallar, lo cuál genera reacciones airadas de los presentes que Andrés Hoyos, el capo de todo este show, acepta resignado. Llega el golazo de Torres y salto de mi silla con casi la misma emoción que si hubiera marcado Messi en el Nou Camp. No me reconozco con este fervor patrio. Ahora sí que ya puedo declararme oficialmente exnacionalista catalán. En el descanso aparece un extraño sujeto que nos habla en alemán (aunque por su aspecto parece más latino que Ricky Martin), y que resulta ser un vendedor de cursos de idiomas, que se pasa el resto del juego dándonos la brasa con sus frasecitas en alemán. La segunda parte es un baile de buen fútbol. Llegamos a los últimos cinco minutos en los que, increíblemente, los defensas españoles parecen empeñados en darle la oportunidad de empatar a estos cabrones alemanes (creo que en mi lista de futbolistas odiados Ballack estaría entre los tres primeros, al lado de Zambrotta y Roberto Carlos seguramente). Estamos ya todos de los nervios hasta que finalmente se consuma la victoria. ¡Campeones! ¡Viva la armada invencible! ¡Gibraltar español, coño! Y Margarita también (esto lo cuento en la próxima…)

Adjunto un acertado texto de Manuel Vázquez Montalbán sobre la dimensión política del fútbol en España.

“Insisto que el principal instrumento vertebrador de España, pasada la hegemonía indiscutida de la Guardia Civil, es la Liga Nacional de Fútbol, porque impone a los catalanes la evidencia de que enfrentarse al Real Madrid es una clave de sus señas de identidad, mal abastecidas en el caso de formar parte de una liga autonómica cuyo partido cumbre sería Barcelona-Español y a continuación Santa Coloma de Gramenet-Matadepera. Igual podría decirse de los vascos, que en el caso de escindirse de España cifrarían toda su esperanza épica en que el Athletic venciera al Bayona, a la espera del encuentro del siglo: Athletic-Real Sociedad. El morbo de la Liga Española de Fútbol consiste precisamente en su carácter de guerra civil multilateral permanente e incruenta que provoca el sorprendente efecto de la unidad entre los públicos y los estadios de España”

Junio teatral 7



Dos días en isla Margarita dan para mucho: encuentros con viejas amistades, desencuentros con policías enfadados, una deliciosa cena en Casa Caranta o un penoso almuerzo en el Hesperia Playa del Agua. ¿Lo más importante? Supero la prueba: puedo ser un conferencista free-lance y participar, como ponente, en un “curso avanzado de gestión cultural”. El título de mi charla: Apropiación del patrimonio para una gestión cultural creativa. ¿Qué tal?
Descubro varias cosas interesantes:
1. No hace falta saber usar el power-point para impartir una buena ponencia. Simplemente aprovechar/reciclar los power-points de otros tipos más listos (gracias Javier Sanmartín)
2. Puedo aplicar (y funciona) el mismo concepto que cuando hago de gestor cultural. Programar, o ayudar a hacerlo, en la medida de lo posible, aquellas actividades a las que me gustaría asistir como espectador. En este caso, disertar sobre los artistas, creadores, espacios, etc, que me interesan. Compartir los afectos, las afinidades, las pasiones...
3. Que alguien que se apunta a un curso de gestión cultural (200 Bolívares fuertes la broma) le pueden interesar las obras de creadores como Francis Alys (“Cuando la fe mueve montañas”), Santiago Sierra (“245 metros cúbicos”), Jean Fabre/Pierre Colibeuf (“the demon of pasaje”), Andrés Lima/Antonio San Juan (“Alejandro y Ana: todo lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente”), Karmelo Bermejo (“Aportaciones, por una estética del overbooking”) o Hakim Bey (“terrorismo poético”).
4. Las gafas de pasta dan una imagen de tipo que sabe de lo que habla (además de disimular orzuelos rebeldes).
5. Puedes meterte con Aznar o Farruco Sesto y te aplauden por eso (sí, ya sé, es populismo barato, pero a ratos nos gusta ponernos demagógicos).

Paso un buen rato en los aeropuertos de Maiquetía y Porlamar. Por suerte, cargo un libro excelente, “Hablemos de langostas”, de un escritor brillante, David Foster Wallace:

“Es difícil encontrar buenas respuestas a por qué los votantes jóvenes les interesa tan poco la política. Esto se debe probablemente a que resulta casi imposible hacer que alguien piense concienzudamente en por qué no le interesa algo. El propio aburrimiento impide el cuestionamiento. El sentimiento en sí ya basta. Seguramente una razón, sin embargo, es que la política no mola. O, mejor dicho, que la gente dinámica e interesante que mola no parece ser de la que se siente atraída por el proceso político. Acuérdense de aquellos chavales de instituto que se presentaban a las elecciones al comité de alumnos: cebollinos, demasiado acicalados, obsequiosos con la autoridad, ambiciosos de una forma triste. Ansiosos por jugar el Juego. La clase de chavales que al resto de chavales le gustaría atizar si no resultara tan tedioso y carente de sentido. Y ahora piensen en algunas versiones adultas que existen en el año 2000 de aquellos chavales: Al Gore, a quien el técnico de sonido de la CNN Mark A. describe diciendo que “casi parece que respira”; Steve Forbes, con su frente húmeda y risita de lunático; la sonrisita de patricio de G. W. Bush y su torpe hipocresía; hasta el mismo Clinton, con su cara enorme, roja y falsamente amigable y sus frases de tipo “siento su dolor”. Unos hombres que ni siquiera parecen lo bastante humanos como para odiarlos: lo que uno siente cuando aparecen no es más que una abrumadora falta de interés, esa clase de profunda desconexión que a menudo es una defensa contra el dolor. Contra la tristeza. De hecho, la razón más probable de que a muchos de nosotros nos interese tan poco la política es que los políticos modernos nos ponen tristes, nos hieren profundamente de formas que cuesta identificar, ya no digamos hablar de ellas. Es mucho más fácil poner los ojos en blanco y pasar de todo. Probablemente el mero hecho de leer esto ya les provoque rechazo.”

viernes, 27 de junio de 2008

Junio teatral 6


Regreso a la Quinta Marmolejo, sede de la Embajada de España en Venezuela. Todo sigue tal como lo dejé. Ambiente relajado, aires tropicales y una sensación de que parte del personal son extras de una obra de Pirandello. “6 secretarias en busca de trabajo”, podría ser el título. Ellas intentan representar bien su papel. Se esfuerzan en hacer como que trabajan. Subo a mi antiguo despacho y me encuentro con Anna, mi “sucesora”, con sus gafas de pasta y su porte aristocrático, ideando proyectos, organizando la programación cultural, intentando aportar su granito de arena a la movida cultural caraqueña. A su lado Laura, que poco a poco le ha ido tomando el pulso a este desquiciado país. Ya no se enfada tanto con ciertas peculiaridades locales, tan distintas a las de su Segovia natal. Se sabe: allí donde fueres, haz lo que vieres. Al rato bajo a hablar con la canciller, Marily, que me adoptó como hijo durante mi estancia en Caracas, siempre resolviendo todo tipo de asuntos, desde el embarazo de la cocinera del Embajador hasta las disputas entre los chóferes, todo muy propio de esta España Corazón-Corazón que pese a todo el progreso económico sigue siendo tan “cutre y salchichera” como su entrenador de fútbol. A Anna le gusta mucho Hanif Kureishi. A mí también. Copio dos citas de “Intimidad”, tal vez su obra maestra.

“La gente no quiere que disfrutes, creen que es perjudicial para la salud. Porque podríamos empezar a desearlo más seguido. El deseo es un demonio que nunca duerme ni está quieto. Es travieso y no se adapta a nuestros ideales. Es el anarquista primigenio. Por eso no me sorprende que la gente quiera verlo en cana. Cada vez que creemos tenerlo bajo control, nos defrauda y nos llena de esperanza El deseo me hace reír porque nos convierte a todos en idiotas. De todas formas, prefiero ser idiota que fascista.”

“Después de dos mil años de civilización cristiana, si me cruzo con alguna persona con creencias religiosas, lo cual afortunadamente últimamente me sucede poco, lo considero un anormal, alguien que necesita una buena terapia. Apuesto a la imaginación humana, a su delicadeza, a la brutal agresividad de su energía, a su profundidad, a su poder para transformar el mundo material en arte. Me gusta lo que hacen esos hombres y esas mujeres. Prefiero eso a ninguna otra cosa sobre la tierra, a parte del amor y del lenguaje de los cuerpos. Vos sos inteligente y no quiero ponerme en evidencia diciendo algo demasiado egoísta…aunque creo que hay pocas instituciones más egoístas que la familia.”

lunes, 23 de junio de 2008

Junio teatral 5


Me dice un amigo español que el blog se ha puesto demasiado intenso. Puede ser. Otro pana, venezolano, me comenta ayer, entre bostezos futboleros, que los universitarios venezolanos llaman intensos a los que van a ver, por ejemplo, una exposición fotográfica. La mayoría prefiere salir de rumba y listo. Hacen bien. En Bogotá salen de rumba tanto o más que en Caracas pero después de ver la exposición. Total, hay tiempo de sobra. Estas comparaciones vienen a cuento porque estoy nuevamente en Caracas, ciudad que amo pero que estos días, al compararla con Bogotá, la siento más caótica y desordenada que de costumbre. Cuestión de percepciones. Ya ni los condominios más o menos lujosos funcionan. Llevo dos días con racionamiento de agua, con un ascensor inoperante y con un Internet wi-fi renqueante. Me lo tomo con soda, como los whiskys de ayer en el 360, ese bar-terraza desde el cuál uno se reconcilia con esta ciudad intensa, soñadora y sensual. Y como se trata de bajar la intensidad, busco una cita de Juan José Millás, un escritor al que difícilmente podemos calificar como intenso, mucho menos después de haber ganado el premio Planeta.

“ ... yo me enamoro de las mujeres pensando que tienen algo de lo que yo carezco, pero que sin embargo me concierne. En realidad, todas las mujeres que miro parecen guardar fragmentos de algo que me pertenece; ocasionalmente, en una de ellas se produce la suma de todas esas partes y entonces me enamoro. Naturalmente, ellas ignoran que son poseedoras de lo mío...
... lo que ocurre es que, pasado un tiempo, o habiendo llegado la relación a un punto determinado, eso que era tan visible desaparece, se volatiliza y aparece gratuitamente en otra. Entonces, la mujer que amaba adquiere esa apariencia de solidez y de falta de tono que posee el resto de las cosas. Puede quedar en ella algún fragmento, algún brillo de la totalidad anterior, pero eso no calma mi afán de completud. A veces pienso que lo que albergan circunstancialmente las mujeres se lo van pasando de unas a otras para volverme loco... “

sábado, 21 de junio de 2008

Junio teatral 4



10 días sin celular, sin e-mail, sin Eurocopa, sin Rajoy, sin…
10 días de playa, de pescado frito, de lectura, de escritura, de…

Uno de los autores que me ha acompañado estos días ha sido Peter Handke.

“Lo único que a mí alguna vez habría podido convertirme en un ser verdadero habría sido una mujer. Lo que hizo que me sintiera penetrado por el estar-vivo no fue nunca el repentino verdecer ante mis ojos sino el repentino convertirme-en-mujer. Sí, fue hermoso ser hombre y mujer. Nada más bello enfrente de uno que una mujer. Qué tranquilo. Qué serio. Qué noble. Qué solemne. Cada uno iluminando al otro, sin aderezo. ¿Esto cuándo fue? ¿En qué siglo? – También esto es verdad: de esta preocupación por lo menos me he librado. Esta fuga al menos la he conseguido. Para empezar por lo menos. Lo peor para mí quizás aún no ha llegado. – Huir he huido siempre por cobardía, y si me he quedado ha sido por pereza. – Creo que a la larga no he estado a la altura de la seriedad de las mujeres. “Si eres capaz de no perder la seriedad, entonces eres mi hombre”. Y yo, en los momentos decisivos, perdía la seriedad. Si estando con una mujer, amenazaba la seriedad, huía inmediatamente. Quién sabe lo que es el anhelo de las mujeres, ¿qué otra cosa puede querer ser, si no un fugitivo? Sólo estoy a la altura de la seriedad de las preguntas, pero no a la altura de la seriedad de las mujeres. A las mujeres, por así decirlo, me las he dejado escapar, para siempre. Sí, gracias a Dios. Estos gritos por lo menos ya no los oiré más. Espero. - ¿No te ha llamado la atención el hecho de que las mujeres eviten hacer preguntas que exigen una contestación? - ¡Científicamente demostrado! En cambio, toda su existencia ha sido siempre una constante exhortación dirigida a mí para que yo entrara en cuestión. Dondequiera que aparecieran, esperaban con impaciencia que llegar aquél que debía entrar en cuestión, y si alguien no lo hacía, o aparentaba sólo hacerlo, le despreciaban y se apartaban inmediatamente de él. Pero si te has decidido a entrar en cuestión, entonces empieza la historia de amor más seria del mundo. – Sí, no es nada fácil estar vivo y al mismo tiempo no entrar ya en cuestión. Entrar en cuestión es como adornarse sin tener joyas especiales. ¡Y tú tienes que entrar en cuestión y tienes que adornarte! No entrar ya en cuestión significa quedar abandonado. – No, nada de lamentaciones. Pero ay de mí, la cabeza sigue yéndoseme hacia este género de falsas promesas, hacia todos esos pechos y esas caderas y esas piernas, ay de mí que, viendo a una mujer hermosa, en mí se forma siempre un arco que se dirige hacia ella. - ¿No se dijo una vez: tus ojos me curarán? Pero actualmente ya no hay nada en mis ojos que retenga mi mirada; una cadera tiene a menudo más forma, una rodilla en la que se ven las venas tiene a menudo más expresión. - ¿Y por qué ya no entramos en cuestión, ni yo ni tampoco tú? Tú eres un solitario que cuida el jardín de sus propios ojos, y de ese modo nunca puede convertirse en el personaje de un drama al que la gente solicita. Aquél que está solicitado es “¡mi héroe!”. Y yo, como fugitivo, estoy solicitado al principio. Pero a la larga lo está sólo el vencedor. “¡Mi héroe!” y “¡mi vencedor!”. – Pero ¿puede ocurrir que un ser humano –como no sea quizás en el deporte- quiera ser en alguna parte el vencedor? ¿Y por qué me parece como si en esto hombres y mujeres fueran todos ellos cada vez más extraños los unos a los otros, y como si ya no hubiera ninguna historia de amor? ¿Por qué me parece que estar sentado y soplarle a una mosca cansada y vieja es estar en mejor compañía que con una mujer? ¿Por qué las mujeres ya no son, como antes, los mejores enemigos de los enemigos, sino que se están quitando la máscara continuamente y aparecen como los peores enemigos de nosotros mismos? ¿Por qué ahora tengo la sospecha que son las mujeres las malas, las corrompidas? Pero ¿no es verdad que desde siempre ha habido un refrán que dice: “viento del Norte, la mujer más pura”? ¿O el refrán: “el sueño es un mundo y una mujer es una mujer”? ¿O bien: “un montón de niños es un montón de ojos, y un montón de mujeres es un montón de mujeres”? – Sí, yo ya no entiendo a las mujeres. Pero, ¿eso no fue siempre así? Sí, sólo que antes ese no entender era una forma de admirar, un maravilloso: “dime, ¿de dónde eres?” ¿Y ahora? Si todavía hay alguna que se dirige a mí, todo lo más es para gritarme a la cara: “¡no entiendes nada!, ¡no entiende nada de nada!” ¿Ocurre esto porque hoy las mujeres hablan una lengua completamente distinta a la mía y, según esto, nosotros y ellas tendríamos las mismas palabras, pero unas palabras que en las mujeres significan ahora algo que se me escapa? Hoy en día, ¿qué es esto de una mujer? ¿Qué es lo que quiere en realidad esta extraña tropa? ¿Por qué son tan distintas? ¿Por qué sé de hombres que anhelan la pureza, y no de mujeres? Y sin embargo: siempre que yo me he sentido completo, ¿por qué ha tenido que ser con esta espantosa corporación? Sin mujer, en cambio: incompleto del todo. Recordando lo que era entrar en cuestión: una mujer gigante estaba delante de mí y yo iba creciendo hacia ella, después de lo cual los dos nos fuimos cayendo lentamente al suelo. Recordando el momento en que uno ya no entraba en cuestión: de la Nada creció un monstruo y me atacó.”

sábado, 7 de junio de 2008

Junio teatral 3


No puedo escribir mucho sobre lo visto ayer en Mapa Teatro. Difícil racionalizar esos puñetazos al alma que te suelta Angelica Liddell cuando menos lo esperas. Impresionante el silencio, apenas roto por unos pocos aplausos, al final de la tercera acción. El público, sin fuerzas, derrotado, saliendo de la sala, poco a poco, asimilando el dolor compartido, las emociones inyectadas, el ritual sin contemplaciones. Una amiga actriz me comenta hoy que le parece demasiado fuerte, demasiado intenso, demasiado... Con Angelica no hay medias tintas. Todo está ahí, delante nuestro, como ese imperturbable caballo blanco presente en la tercera acción.
Pero leamos lo que Angelica opina del teatro.
“El teatro hace patente un amor por la muerte, un culto por lo efímero, como una especie de impulso de aniquilación, la sensación de que algo muere. Como actriz yo lo he sentido así, hay una atracción por lo fatal, da igual el género dramático, es algo que está sucediendo y que puede fallar. Algo que está ocurriendo sobre la cuerda floja y en cualquier momento se puede caer la trapecista (y todo el mundo empieza a aplaudir). El actor se puede equivocar, puede incluso abandonar la escena. Eso no existe en la literatura, ni en el cine, por ejemplo. Tal vez es esa especie de tanatofilia lo que hace que siga existiendo público para el teatro. Y eso debemos tenerlo muy en cuenta también los autores, quiero decir, responder a la expectativa de riesgo con la que el público se enfrenta al escenario, volver a poner la escena sobre esa cuerda floja, sobre la caída y muerte del trapecista.”
Así nos sentimos ayer, vulnerables, en la cuerda floja…
“Además está la cuestión de lo compartido, eso es importantísimo. Los gestos de los que están a tu alrededor como espectadores construyen la obra contigo. Si escuchas un comentario negativo durante la función, esto también está construyendo la obra contigo. La congregación no es solo entre el espectador y la obra, sino entre los espectadores. El público entre sí construye ese rito, lo construyen entre todos. Creo que hay que tener muy en cuenta al espectador, no en cuanto a la rentabilidad económica ni a la necesidad de entretenerle, sino en lo que tú pretendes de ese ser humano, de esa conciencia individual que va a hacer el esfuerzo de unirse a tu propia conciencia individual. Son conciencias individuales que se unen, grandes esfuerzos individuales que se juntan en ese ritual de conflictos que es la misa escénica, la congregación. Es algo muy primitivo. Por eso no me gusta prescindir de la idea de público, no me gusta prescindir para nada. Uno se siente como diciendo "¡Dios mío!, ¿les haré sentir algo?". Estoy tan preocupada por los sentimientos de esa gente, por lo menos que sientan algo, ¡algo!”
Lo conseguiste, Angelica, lo conseguiste, sentimos algo, sentimos mucho, ¡nos dolió!

jueves, 5 de junio de 2008

Junio teatral 2


Agustín Pérez Rubio dice que no es un superhombre. Le creo, aunque su ritmo frenético lo ponga en duda. Agustín recalca que no es a él a quien se refieren los Astrud en la canción "Hay un hombre en España". http://www.youtube.com/watch?v=wbEYlV2XH4k
Hasta ahora pensaba que era Aznar el aludido pero en fin. De Agustín espero con ganas el libro-dvd sobre Carles Congost, que ha prometido hacerme llegar. Agustín habla mucho y bien, tiene las ideas claras y el vestuario a la última moda. Arreglado pero informal, como decía Martirio que uno debe ir por la vida. Agustín es el nuevo jefe del no tan joven aún Eneas Bernal, de quien me he acordado mucho estos días. Agustín es el curador-jefe del MUSAC, http://www.musac.es/, el museo que aspira a apresar eso tan efímero que conocemos como presente. No sé si fue idea de Agustín pero sí sé que el MUSAC produjo una maravilla llamada "Arquitectura Efímera", que me ha hecho compañía en tantas noches de excesos y soledades. En el mismo museo leonés, se ha inaugurado hace poco el proyecto artístico "Nocturama" y en su libro-catálogo leo una conversación entre Dominique González-Foerster, Hans Ulrich Obrist (ni idea de quienes son ni a qué dedican el tiempo libre) y mi admirado Enrique Vila-Matas. Extraigo un fragmento de sus respuestas, estoy seguro hará las delicias de alguno de los lectores de este blog, que perfectamente podría ser el "leit-motiv" de esa obra de teatro que aún no he escrito.

“De hecho, creo que estamos asistiendo a la transformación en irracional del mundo. Estamos viendo el comienzo de la destrucción del humanismo. Tampoco se ve que haya una forma mejor que el humanismo. Ante esto, ¿qué hacer? Yo creo que solamente lo que estamos haciendo nosotros ahora, hablar, hablar con los amigos, leer, amar el arte, la vida, llevar una vida de intelectual –muy pasiva en mi caso- No hay mucho más que hacer. Por otra parte, nadie escucha al intelectual hoy en día. Hace ya un siglo que el intelectual no es escuchado, a nadie le interesa lo que sepa o pueda decir. De modo que, ante esto, lo mejor es la reunión con los amigos, los encuentros, la conversación, la lectura, el arte…, llevar una vida discreta alejada del desastre.”

miércoles, 4 de junio de 2008

Junio teatral 1


A Juan Navarro, antes de conocerlo, ya lo admiraba. Ser uno de los tres protagonistas de la, para mí, una de las mejores piezas teatrales nunca hechas, “La Historia de Ronald, el payaso de McDonald’s”, de Rodrigo García, le colocaba en el umbral de los grandes. Ahora que he compartido con él noches de vino y rosas, al lado de sus inseparables Agnés y Ferdy, otros dos grandes, siento que ya es como de la banda, la banda de la que habla Hakim Bey. La primera convención de amos y esclavos, llevada a cabo hace unos días en Mapa Teatro, no dejó a nadie indiferente. Con apenas 8 días de trabajo con los alumnos de la Maestría de Artes Vivas de la Universidad Nacional, Juan Navarro consiguió tejer un espectáculo sólido, con lógicos altibajos, pero con momentos de emoción. Para escoger un momento, me quedo con la imagen poético-familiar que se crea bajo los acordes de un tema de Micah P Hinson (todo un descubrimiento para mí) con todos los chicos posando para la foto…
http://www.youtube.com/watch?v=QdTmH8Ynzj4
La energía de Mapa Teatro se sintió nuevamente y mucha gente se quedó con las ganas de pasearse con una cadena al cuello. Confío en tenerlos pronto de regreso, si es posible presentando AGRIO BESO, otro excepcional montaje que disfruto en dvd mientras ellos vuelan de regreso a la plácida Catalunya triomfant…
Para seguir con las citas, ahora teatrales, transcribo un extracto de un texto del incombustible Rodrigo García.

Tostadas. Campanadas. El ruido de la tiza. El frío, la calefacción del coche...Tú no vas a ir al colegio mañana por la mañana.Vas a ir trabajar. Vas a conocer lo que significa ganarse la vida.Y vas a conocer lo que significa ganarse la vida ahora, así, cuando seas mayor, te puedes reír de todas las formas de ganarse la vida.Sobre todo de las honradas. Que son las que más risa dan.Yo no quiero que cuando seas un hombre, tengas que salir por ahí, cada mañana a ganarte una vida; yo quiero que tengas una vida conseguida antes de cumplir los quince.Porque cuando cumplas los quince, vas a tener la vitalidad -aunque no el cerebro- para empezar a disfrutar.Y es injusto que cuando uno tiene la capacidad física para disfrutar de la vida, para pasarte un huevo en todos los aspectos, para experimentar con drogas, para empezar a follar, es injusto que tengas que matarte trabajando, y disponer de unas horas libres a la semana para disfrutar.Un disfrutar escaso, programado, que enloquece a la mayoría de la gente, que la precipita, que la vuelve atropellada, porque quieren vivir a tope incluso el tiempo para disfrutar, cuando el tiempo para disfrutar, si quiere convertirse en plenitud, es siempre tiempo que está ahí para perderlo.Plenitud es igual a tiempo perdido.La gente disfruta de esas horas escasas deprisa, angustiados por temor a no disfrutarlas. A que el tiempo de disfrutar se les escape, se desvanezca.Miran el reloj y dicen: me quedan menos de dos horas para disfrutar, y se agobian y no disfrutan.Por eso insisto en lo que disfrutar significó para los griegos y significa para nosotros -para ti y para mi-: perder el tiempo, contemplar.En un paseo encuentro la plenitud. Repite conmigo: en un paseo encuentro la plenitud.Cuando pases los 40, vas a tener el cerebro perfectamente amueblado, cada idea en su sitio, estarás en condiciones de disfrutar, pero habrás perdido la vitalidad.De los quince a los 40, tienes la vitalidad pero no tienes el cerebro.De los 40 a los 70, tienes el cerebro pero no tienes la vitalidad.Siempre falta algo.Y para sustituir eso que falta, inventaron el dinero.Tener dinero.No tendrás nada en la cabeza, pero tendrás dinero.No tendrás una gran salud, pero tendrás dinero.No te querrá nadie más que por tu dinero.Todo lo malo y lo bueno del dinero, nos lo vamos a pasar por el forro de las pelotas.Los ideales nos los veamos a pasar por el forro de las pelotas.Y ya veremos si hay cojones para olvidar.Para olvidar todo lo que hicimos sin ideales, riéndonos de los ideales.Vas a empezar a trabajar ahora y dentro de pocos años, todo lo malo y todo lo bueno lo vas a comprar con dinero.Vas a llegar a los quince con la vida resuelta.Y a partir de ahí, tu solito, a tu bola, a disfrutar.Mujeres, coches, viajes, hoteles ... y libros, los justos.La Biblia. Como único libro, la biblia.Y los demás, de adorno. Compras los libros por los dibujos de las portadas, y cada noche, antes de irte a dormir, mientras ves el fútbol, subrayas con un lápiz al voleo cualquier frase cada dos páginas.Así cuando alguien coge un libro en tu casa cree que te lo has leído.Y te respeta.Y los sábados por la mañana, lees algo de la Biblia. Al voleo también.Un par de horas.Ahí esta todo: esa calidad moral imposible junto a la violencia y al odio más extremos. Y, envolviéndolo todo, la poesía, la destreza del lenguaje. No vas a ir al colegio.Vas a ir a trabajar. Hasta los quince años. Y a partir de los quince años, a disfrutar...