Me cuesta pero lo consigo. A la tercera va la vencida. La primera vez que lo intento llego a la esquina de Salvador y Gascón (gracias al preciso dato de Andrea) pasadas las nueve de la noche. Como aún es de día, anochece tardísimo en esta época en Buenos Aires, supongo que la librería La Internacional estará abierta. Suposición incorrecta. Me conformo con mirar a través de las rejas y me fijo en un libro de Vila-Matas del que no tengo noticia: "Y Pasavento ya no estaba". Debo intentarlo otra vez, pienso, y sigo caminando por Palermo Viejo sintiendo algo que, unos días después leo en ese misterioso, al menos para mí, nuevo libro de Vila-Matas. "En Argentina se siente la presencia de Europa con mucha más intensidad que en Europa, y al mismo tiempo se es exterior a ella". La segunda vez llego pasadas las dos (he retenido el mensaje que cuelga en la puerta de la librería: horario, de 2 a 9). Sigue cerrada. Vuelvo a mirar entre las rejas y concentro mi mirada en ese libro que me espera impaciente. Como es la hora del almuerzo entro en La Peca, un resto-bar situado estratégicamente en la esquina opuesta. Elijo una mesa desde la que puedo observar cualquier movimiento sospechoso frente a la librería. Una cerveza, un churrasco de pollo y una ensalada más tarde, sigue todo igual. Los meseros me animan informándome de que, normalmente, la "chica" llega entre las dos y las tres. Hoy debe ser un día anormal, pienso. Un café y una galleta más tarde me largo con viento fresco, convencido de que la tal librería La Internacional no abre nunca, que es una tapadera para, por ejemplo, los famosos maletines venezolanos. Horas después, tras una nueva vuelta por Palermo, decido soltar esa inquietud y darme una nueva oportunidad, y regreso, por tercera vez, a la esquina de Salvador y Gascón, y esta vez sí, la puerta está medio abierta, y adentro no me recibe ninguna chica sino el joven y sonriente Francisco Garamona, poeta y editor responsable de esa pequeña-gran editorial que es Mansalva, una editorial, concuerdo con Leo Campos, que es el tipo de editorial que uno le gustaría tener si decidiera montar una editorial. Con Francisco conversamos un buen rato sobre Aira, sobre Bolaño, sobre Bellatin y sobre Raúl Escari, uno de los protagonistas, por llamarlo de alguna manera, de "París no se acaba nunca", y nuevo escritor, a sus sesenta y tantos años, del que acabo llevándome un par de libros, en parte por recomendación del editor, en parte por la estupenda portada y en gran parte también por este párrafo de Vila-Matas reproducido en la contra-portada.
"Pero, ¿qué era exactamente el estilo? ¿Era en esencia la manera que tenía uno de fumar en pipa, por ejemplo? Cuando le pedí su opinión a Raúl Escari, me miró con cara de fastidio y citó a Wilde: "El crimen debe ser solitario y sin cómplices", dijo. Di vueltas a la frase. Tal vez me había querido indicar que los que buscan su estilo habría que decirles que buscarlo es una manera poco sutil de lograrlo, ya que para conseguirlo les bastaría con ser ellos mismos. Me hice el tonto, por si conseguía mayor información de Raúl. "¿Es un crimen el estilo?", pregunté. "Los escritores del futuro serán secos, poco elocuentes, el Gran Estilo les parecerá una mona de pascua", dijo de pronto Raúl. Y luego, poco después, coincidiendo con las primeras gotas de lluvia, añadió un tanto enigmáticamente: "Estar constipado es el futuro del estilo". Al llegar a la rue Mouffetard, entramos en el café Robin, y fue entonces cuando Raúl, viendo que yo estaba tan desconcertado como ansioso por saber más cosas sobre el tema, añadió, casi anidiándose de mí: "Mira, llueve o bien nieva y tú quieres informarme de esto. ¿Cómo lo haces? Pues dices: llueve, nieva. Eso es el estilo. ¿Está claro?"
"Pero, ¿qué era exactamente el estilo? ¿Era en esencia la manera que tenía uno de fumar en pipa, por ejemplo? Cuando le pedí su opinión a Raúl Escari, me miró con cara de fastidio y citó a Wilde: "El crimen debe ser solitario y sin cómplices", dijo. Di vueltas a la frase. Tal vez me había querido indicar que los que buscan su estilo habría que decirles que buscarlo es una manera poco sutil de lograrlo, ya que para conseguirlo les bastaría con ser ellos mismos. Me hice el tonto, por si conseguía mayor información de Raúl. "¿Es un crimen el estilo?", pregunté. "Los escritores del futuro serán secos, poco elocuentes, el Gran Estilo les parecerá una mona de pascua", dijo de pronto Raúl. Y luego, poco después, coincidiendo con las primeras gotas de lluvia, añadió un tanto enigmáticamente: "Estar constipado es el futuro del estilo". Al llegar a la rue Mouffetard, entramos en el café Robin, y fue entonces cuando Raúl, viendo que yo estaba tan desconcertado como ansioso por saber más cosas sobre el tema, añadió, casi anidiándose de mí: "Mira, llueve o bien nieva y tú quieres informarme de esto. ¿Cómo lo haces? Pues dices: llueve, nieva. Eso es el estilo. ¿Está claro?"
2 comentarios:
Pues sí que es una portada bastante erecta, pero... por qué diciembre peludo?
peludo por el tiempo sin ir a la peluquería...
pelúa mi arepa preferida (con el permiso de la reina pepiada)
peludo el ciervo, el jabalí e incluso el cordero...
pelúo el mundo en el que vivimos...
peludo no sé
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