miércoles, 10 de diciembre de 2008

diciembre peludo 4


Almuerzo con ideología en Palermo. En el boliche del gallego. Gallegos somos todos aquí, pero unos más que otros. Un local sencillo, un personal agradable y una comida sabrosa. En la pared, enmarcado, este artículo de prensa, el momento de gloria anticapitalista de nuestro héroe gallego. Esto sí es socialismo del siglo XXI.
Después de comer un paseo familiar con Olivia, Martín y María Antonia. Acabamos en la librería La Eterna Cadencia. Lo de las librerías en Buenos Aires, ya se ha dicho pero vale la pena insistir, es único. Hay algo en ellas que te atrapa, y así pasas horas ojeando libros, tomando café, jugando con Olivia, soñando con ovejas eléctricas. Uno está tan a gusto que no se iría. El otro día estuve en la del Ateneo que según los que saben del tema, el periódico The Guardian por ejemplo, es la segunda librería más importante del mundo (no aclaran el sentido de importante). Construida en un viejo teatro, los palcos son ahora salas de lectura y el escenario una cafetería. La platea ofrece de todo. En el suelo, amontonado en una esquina entre manuales de autoayuda y novelas caducadas, encuentro el Manual del Perfecto Terrorista, de Mathias Énard, una divertidísima, y didáctica, novela. Tomo nota de los doce mandamientos, que inician cada capítulo:
Preámbulo: saber fascinar a las masas
1- tener una causa que defender
2- tener un lado místico
3- ser un poco artista
4- respetar el testículo
5- saber convencer
6- saber escoger el objetivo
7- jugar a Comando
8- ser un pelín zoofílico
9- saber sacrificarse por la causa
10- ser un cocinero selecto
Epílogo: tener un mensaje para la humanidad
A la librería que aún no he podido ir es a la de Ávila, la cual ha sido calificada por una revista como una de las seis más bellas del mundo (tampoco se aclara el sentido de bello). Yo me quedo con la Fedro y su gato, en San Telmo. Allí compro El Jardín de la Señora Murakami, de Mario Bellatin. Una pequeña joya. No tardo en leer un párrafo que menciona un acto de terrorismo, poético-gastronómico, que curiosamente, se vincula con el punto 10 anterior.

“Antes de encontrarse con Etsuko, que todas las tardes iba a la universidad a recogerla, Izu se cruzó con dos compañeros de curso. Ambos eran delgados, de cabello algo largo y usaban gafas cuadradas. Estaban sorprendidos con una noticia que había aparecido esa mañana en la página cultural de los periódicos. La nota se refería a un hombre que había decidido vomitar sobre ciertas obras de arte célebres. Aquel sujeto comía piñas o frambuesas hasta hartarse. Acto seguido arrojaba sobre las obras un vómito amarillo o rojo según la fruta que hubiera elegido. Lo amparaban las leyes de los países donde había cometido el acto, pues no podía probarse que fuera intencional. Izu los escuchó de pie. Luego les dijo que tenía prisa.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Otro de Fabián Casas

Despertarte

Despertarte a mitad de la noche
y ver en el otro lado de la cama
a tu mujer llorando
es una experiencia importante.
Quiere decir, entre otras cosas,
que mientras paseabas por los cuartos
iluminados de tu cerebro
algo se estaba gestando cerca tuyo.
Un error con el cual mantenés
una particular relación de intimidad.
Porque aunque no firmemos nada,
ni corramos apurados bajo la lluvia de arroz
pensamos que es para toda la vida
y así seguimos.
Botes, que durante la noche
quedan amarrados al muelle,
golpeándose entre sí,