Leí el mes pasado “Sálvame, Joe Luis”, la primera novela de Andrés Felipe Solano, un joven escritor colombiano, que viaja a través de los excesos de las noches bogotanas, con sus correspondientes resacas de la mañana siguiente… Reproduzco algunos párrafos del libro.
“El sol de este domingo me enceguece. Bajo a la carrera Quinta, compro un Gatorade tropical y atravieso el Parque de la Independencia. Paso con mi botella y mi brutal resaca cerca del carrusel. Esquivo perros y niños, parejas que retozan en el pasto. Bajo colinas por caminos empedrados, dejo atrás las altas palmas de cera que dan sombra al Planetario Distrital. Trato de que el olor que se desprende de los eucaliptos húmedos me reconforte, pero pronto llego a la Carrera Séptima, que hierve de gente y de ollas en las que mujeres gordas con delantal cocinan pelanga, ese asqueroso pellejo de cerdo que nada en un caldo del color del lodo más pútrido, ese puchero hediondo, ese potaje medieval que huele a grasa a y a llanta quemada.”
“Llevo un año empleado en la revista y mi ocupación todavía me suena irreal. Es una sensación extraña y miedosa. Es como si otro estuviera viviendo por mí. Hay un hombre que fuma marihuana en bautizos por mí, tiene sexo con modelos por mí, toma fotos por mí. Qué agotamiento me produce esto de ser un espectador de mi propia vida, esto de nunca creer del todo que sea dueño de ella, que me pertenece. Qué hartura pensar todo el tiempo que le fue dada a otro para que la viva en mi reemplazo. Lo mejor es que me entregue a uno de mis túneles de escape favoritos. Lo más adecuado en estos momentos de zozobra es inventar una existencia paralela en mi cabeza para pasar el rato, y por qué no, llegar a un muerte heroica.”
“De todos los eventos a los que me manda Lourdes María, hay una categoría que me da ira en especial: las exposiciones de arte. Después, muy cerca, están los lanzamientos de novelas…
… Lo repito, no hay nada que me descomponga más que una manada de seres envueltos en pañolones, hombres y mujeres por igual. Una horda de diplomáticos alcoholizados, de coleccionistas lascivos y poetas multimillonarios, de cantantes de una sola canción, de actrices que fueron hermosas, de escritores tomando apuntes mentales, todos fumando tabacos hediondos o cigarrillos con boquilla y sosteniendo un vaso de whisky aguado o una copita de vino caliente, todos mirándose de reojo, cómplices ante lo que se supone es un gran descubrimiento artístico: una pila de excrementos secos con la que un genio ha hecho un Sagrado Corazón de Jesús, o mil quinientos nombres de policías y soldados muertos en combate escritos con la sangre del artista en la pared de un museo o galería. Sería mucho mejor que la donara a la Cruz Roja o se abriera las venas en su bañera.”
“voy en busca de la muerte, el milagro o el misterio”
“Se ríe mientras lo cuenta y me vuelve a ofrecer y yo siento de nuevo la estocada de Cocó Chanel, el saludo de la nívea mortandad, como la llama Manuel, mi único amigo del colegio, que durante un tiempo esnifó con cierta frecuencia, tenía toda una teoría alrededor de la dama blanca, el caramelo nasal. Decía que esnifar coca era una afirmación, era como volar hacia Nueva York sólo para almorzar en un restaurante muy bueno y regresar el mismo día. Era tomar la decisión de sentirse bien. Yo lo estoy.”
“El sol de este domingo me enceguece. Bajo a la carrera Quinta, compro un Gatorade tropical y atravieso el Parque de la Independencia. Paso con mi botella y mi brutal resaca cerca del carrusel. Esquivo perros y niños, parejas que retozan en el pasto. Bajo colinas por caminos empedrados, dejo atrás las altas palmas de cera que dan sombra al Planetario Distrital. Trato de que el olor que se desprende de los eucaliptos húmedos me reconforte, pero pronto llego a la Carrera Séptima, que hierve de gente y de ollas en las que mujeres gordas con delantal cocinan pelanga, ese asqueroso pellejo de cerdo que nada en un caldo del color del lodo más pútrido, ese puchero hediondo, ese potaje medieval que huele a grasa a y a llanta quemada.”
“Llevo un año empleado en la revista y mi ocupación todavía me suena irreal. Es una sensación extraña y miedosa. Es como si otro estuviera viviendo por mí. Hay un hombre que fuma marihuana en bautizos por mí, tiene sexo con modelos por mí, toma fotos por mí. Qué agotamiento me produce esto de ser un espectador de mi propia vida, esto de nunca creer del todo que sea dueño de ella, que me pertenece. Qué hartura pensar todo el tiempo que le fue dada a otro para que la viva en mi reemplazo. Lo mejor es que me entregue a uno de mis túneles de escape favoritos. Lo más adecuado en estos momentos de zozobra es inventar una existencia paralela en mi cabeza para pasar el rato, y por qué no, llegar a un muerte heroica.”
“De todos los eventos a los que me manda Lourdes María, hay una categoría que me da ira en especial: las exposiciones de arte. Después, muy cerca, están los lanzamientos de novelas…
… Lo repito, no hay nada que me descomponga más que una manada de seres envueltos en pañolones, hombres y mujeres por igual. Una horda de diplomáticos alcoholizados, de coleccionistas lascivos y poetas multimillonarios, de cantantes de una sola canción, de actrices que fueron hermosas, de escritores tomando apuntes mentales, todos fumando tabacos hediondos o cigarrillos con boquilla y sosteniendo un vaso de whisky aguado o una copita de vino caliente, todos mirándose de reojo, cómplices ante lo que se supone es un gran descubrimiento artístico: una pila de excrementos secos con la que un genio ha hecho un Sagrado Corazón de Jesús, o mil quinientos nombres de policías y soldados muertos en combate escritos con la sangre del artista en la pared de un museo o galería. Sería mucho mejor que la donara a la Cruz Roja o se abriera las venas en su bañera.”
“voy en busca de la muerte, el milagro o el misterio”
“Se ríe mientras lo cuenta y me vuelve a ofrecer y yo siento de nuevo la estocada de Cocó Chanel, el saludo de la nívea mortandad, como la llama Manuel, mi único amigo del colegio, que durante un tiempo esnifó con cierta frecuencia, tenía toda una teoría alrededor de la dama blanca, el caramelo nasal. Decía que esnifar coca era una afirmación, era como volar hacia Nueva York sólo para almorzar en un restaurante muy bueno y regresar el mismo día. Era tomar la decisión de sentirse bien. Yo lo estoy.”
2 comentarios:
Ese libro tiene nombre de tienda de Palermo.
No lo conozco pero leo cada vez que puedo su blog. Por casualidades de la vida lo descubrí. Por otro tipo de casualidades me volvi fiel lectora. Esta entrada me recuerda porqué. Un español que vive en colombia y yo una colombiana que vive en españa. La misma mirada desde perspectivas distintas. Gracias por estos fragmentos. es bueno sabe que la novela colombiana sigue siendo urbana. Es bueno conocer la opinion de un lector extranjero que esta dejando de serlo
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