LA BOMBA Y EN STEREO
Fuego. Enciéndelo. Fuego. Tengo esas palabras dentro de mi cabeza. Saltan, se contonean, se deslizan entre mis neuronas mientras recuerdo el tremendo show que vivimos unos pocos privilegiados en el césped del colegio Angloamericano. Es el cierre de la jornada del sábado en el festival Malpensante. Toca esta banda que se define como de canción popular melodramática. Al frente, la inconmensurable Li Saumet, un híbrido imposible entre la Mala Rodríguez, Pink y Elena Anaya. Fogonazos de cambur. Puñetazos de mango. Pura vida. Energía solar. http://www.youtube.com/watch?v=Td1hajshtGA Jordi Carrion sonríe a mi lado. Me pide, me suplica, me implora incluso, que los invite a Barcelona. Están los primeros en la lista, le digo mientras otro Jordi, el Peralta, baila con ese rictus de felicidad que le acompaña en las noches bogotanas. Cada vez hace más frío. Nos da igual, hoy ganaremos el mundial. Fuego. Enciéndelo. Fuego. ¿Literatura y política? "If music be the food of love, play on" tengo escrito en mi moleskine pirata. De Shakespeare, según parece. Play on, Li, play on. Entre salto y salto, caras malpensantes conocidas vibrando con Bomba Estereo. Me olvido durante un rato de ese escritor mexicano de buena familia que escribe novelitas eróticas ambientadas en Marruecos y que se atreve a soltar en una mesa sobre literatura y política que Bolaño habla de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez para quedar bien con su público. Dedícate a lo tuyo, o sea a moderar mesas sobre la paja femenina, por ejemplo, que eso lo haces bien. Gracias, la gerencia. Por lo demás la mesa erótica es francamente instructiva. Aprendo, por ejemplo, que el Lelo es el Rolls Royce de los vibradores. Es recargable, tiene varias velocidades, lucecitas. Marta Orrantia afirma que puedes metértelo entre los calzones y caminar por ahí... Ahora entiendo tanta alegría andante. También me entero de la utilidad de los ositos. No son un reflejo de un infantilismo mal llevado. No. Son un instrumento de placer en noches de soledad. Que lo sepan. También me entero de que Juanita Kremer es famosa porque declaró que sólo se desnudaría en Soho si un millón de personas se lo pedían. Minuto de juego y resultado: 1.023.443 firmas recogidas. La Kremer, una 34B, desnuda en Soho. Así son las cosas y así se las hemos contado, que decía un gran presentador de la televisión española. La tercera panelista, y es por ella que estoy sentado en la cuarta fila, es mi querida Jimena Duran, gran actriz y mejor amiga, que no necesita ni siliconas ni columnas de sexo para ser sexy. Ella gozó de su primera paja a los once años y fue como haber podido cruzar el charco a toda velocidad. Aprovecha para saludar a todos los ex-amantes que están presentes. Me ruborizo, como si formara parte de ese grupo... "La paja está inundada", afirma el moderador, y hay risas por la sala, y a continuación se discute sobre el tamaño de las manos, ¿el tamaño importa?, y en esas estamos cuando pide la palabra el mejor amigo de los embajadores de España en Venezuela, o sea Ibsen Martínez, para declamar una copla llanera:
la mujer de mano grande
no me gusta ni un poquito
porque todo lo que agarra
le parece muy chiquito
Luego interviene Fina Castro y habla de un pueblo tan pobre tan pobre que no tenía casa de putas sino choza de pajas...
Más risas y termina la sesión Marta, con la afirmación de que las mujeres colombianas son las más berracas. No seré yo quien lo discuta. Tal vez lo haga el bueno de José Tomás Angola, que me acompaña estos días por tierras cachacas y del que rescato este mini-relato de su inédito libro NECROLOGÍAS MÍNIMAS
la mujer de mano grande
no me gusta ni un poquito
porque todo lo que agarra
le parece muy chiquito
Luego interviene Fina Castro y habla de un pueblo tan pobre tan pobre que no tenía casa de putas sino choza de pajas...
Más risas y termina la sesión Marta, con la afirmación de que las mujeres colombianas son las más berracas. No seré yo quien lo discuta. Tal vez lo haga el bueno de José Tomás Angola, que me acompaña estos días por tierras cachacas y del que rescato este mini-relato de su inédito libro NECROLOGÍAS MÍNIMAS
Noche a noche
Noche a noche papá la veía llegar. Apestando a licor barato hundía el atardecer en aquellos gruesos vasos de vidrio y se arrinconaba en el balcón a esperar que los búhos volaran al revés y los muy malditos siempre flotaban para adelante. Noche a noche veía a mamá irse a la seis para luego regresar a las doce. Llegaba apestando a cigarrillo, a sudor de otro, como si una nube de colillas y orín la abrazara y la acompañara al canto de la medianoche. Para entonces papá había sofocado la poca hombría que le quedaba en ese luengo y quemante trago de alcohol que era la luna. Noche a noche papá se fue haciendo más pequeño que las marionetas del teatrito con el que jugábamos. La enfermedad que le asfixiaba las piernas y la mitad derecha del cuerpo lo había dejado del tamaño de la deshonra y mamá, desesperada con nuestros llantos de hambre, había decidido ponerse los zapatos de raso violeta y el vestido de seda con escote vulgar, para noche a noche, lanzarse por calles relamidas por perros apestosos y buscar, como si se tratase de una reliquia sacra, la comida que nos terminara de callar.Papá no servía de nada. Su boca era una mueca entre sonrisa y arcada y sus ojos de cuarteado granate miraban sin mirar. Yo sí sabía qué miraba. La miraba a ella noche a noche salir a las seis y regresar a las doce. Y si no lloraba era porque la miserable enfermedad le había comido hasta el lacrimal. Ella nunca se dio cuenta, o no quiso darse cuenta, de que papá la esperaba asqueado de esa luna pestífera a humillación que como farol de teatro se ponía en la corona de sus cabellos y la seguía por la calle que quedaba rota con las huellas de sus zapatos de raso morado. Así fue por meses y meses hasta que papá no aguantó más y una noche tomó el revolver que guardaba en la cómoda. Como se lo permitía la inmunda enfermedad cargó con seis municiones el arma y se puso a dispararle a los búhos que nunca quisieron volar para atrás. Cinco aves derribó y guardó la última bala para ella. Con la paciencia de la piedra se quedó esperando su arribo y cuando por el fondo de la calle la vio llegar, marcando huellas con sus zapatos de raso violeta, levantó el revolver y la mató. Mató a la desgraciada luna que noche a noche se la iluminaba como reflector teatral. Y en la oscuridad por fin pudo llorar.
2 comentarios:
¡Qué buen post, enérgico y gráfico!
gracias Martín, veo que ha recuperado usted su papel, fundamental de comentarista en este blog.
cómo está todo por Buenos Aires?
mire de no estornudar...
abrazo
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