Rescato un texto que escribí hace unos años relacionando el "Miranda en la Carraca" de Michelena con el "Miralda en la Carraca" de Nelson Garrido. Apareció en un número de Platano Verde, sí, esa estupenda revista venezolana de la que no se sabe si existe, si se suicidó o si vivirá eternamente.
MIRALDA EN LA CARRACA
¡Bochinche!, ¡Bochinche!, esa gente no sabe sino de bochinche, dejó dicho Francisco de Miranda sobre sus compatriotas. Ahí lo tienes, inmortalizado por Michelena, recostado en un camastro parecido a éste en el que, casi doscientos años después, reposas tú, Antoni de Miralda, en esta improvisada Carraca en la que te ha encerrado esta mañana el mariscal Garrido, el cabecilla de la ONG, la Organización Nelson Garrido. ¡Cuánta razón tenía el general Miranda!, piensas mientras aguantas estoicamente la sesión de maquillaje. No se toman nada en serio estos venezolanos: hacen santos a los malandros, colocan mujeres semidesnudas en las latas de cervezas, escriben proclamas revolucionarias en las bolsas de las caraotas y le dan el premio Nacional de Artes Plásticas a un fotógrafo que muestra a la virgen asesinando al niño Jesús. ¡Qué poca seriedad!
“¡Ay, mi hijo!, ¡eres todavía muy chico para comprender!, ¡alguna vez tendrás que irte lejos!, ¡alguna vez regresarás triunfal!”, proféticas palabras paternas que con 21 años recordó Miranda recién desembarcado en Cádiz y recordaste tú recién llegado a París. Huíais ambos de provincianismos coloniales y dictaduras represoras. Sabíais que sólo a través de las luces y el arte podía uno hacerse cosmopolita y elevarse por encima de la oscura mediocridad dominante. Para cosmopolita tú, Miralda: un año te ganas el premio al Caganer del año y al siguiente te conviertes en la reencarnación del prócer venezolano por excelencia. Ahora entiendes tu antimilitarismo. Ya luchó Miranda en demasiadas batallas. Combatió con el Ejército español y contra él. Luchó por la Revolución Francesa y los mismos revolucionarios casi le guillotinan. A modo de penitencia por tanta batalla, dos siglos después, tú recorriste incansable las calles de París cargando un soldado de plástico. Bajo el Arco de Triunfo de la plaza de la Estrella de París te preguntaste quién sería ese Miranda que comparte pared con los generales franceses de la Revolución. Como te quedes mucho tiempo más en esta Carraca, igual inmortalizan tu nombre en el Paseo de los Próceres de esa Caracas que tanto te gusta.
Tumbado en este infecto camastro, recuerdas aquél París de los 70 en el que preparaste un Ritual en Cuatro Colores, utilizando los tres de la bandera venezolana ideada por Miranda, rojo, azul y amarillo, más un verde que te quiero verde que el primer criollo de dimensión universal tal vez perdió en una de esas noches en la que se dejó imbuir por las exquisitas experiencias sensoriales del sexo y la comida. En Amberes presentaste A la taula i al llit al primer crit (a la mesa y a la cama al primer grito) y, sin saberlo, se lo dedicaste a este seductor que no necesitó un segundo aviso para meterse en las camas de media Europa. Al igual que tú, Miranda fue un artista adelantado a su tiempo. Un artista conceptual que, con maneras exquisitas y temblado pulso, retiraba de cada una de sus amantes un pelo de su vello púbico, que guardaba con afán de coleccionista de obras de arte ¿En que Bienal de Arte del siglo XX se ha visto un happening así?
Te has pasado la vida homenajeando a Miranda. Si en el Monasterio del Escorial Miranda descubrió la absurdidad de tanta panoplia funeraria, de tantas ideas extraviadas sobre el más allá, de tantos epitafios en latín macarrónico y de tantas tumbas de pesadas losas de mármol, en París tú presentaste los Ceniceros Tumba, contenedores de ceniza obtenida a partir de seres humanos muertos y de cigarrillos. Honraste la memoria de Miranda clasificando las cenizas obtenidas de los cadáveres en dos grupos: cenizas de generales y cenizas de amantes de generales ¿Cómo son las cenizas de una miss?
Europa se os quedó pequeña a los dos y Nueva York fue la puerta de entrada al nuevo mundo. Mientras Miranda se dedicó a estudiar el sistema político de la nueva nación, tú te dedicaste a investigar qué fue lo que comieron en La Última Cena. ¿Ensaimadas verdes? ¿Vinos tintos amarillos? ¿Arroces tricolores? ¿Sangría? Miranda obtuvo en Nueva York lo que necesitaba para liberar su patria: un buque, fusiles y cañones. Tú abriste un restaurante, El Internacional, en el que se servían bocadillos arqueológicos y en donde las que nunca fueron amantes de Miranda dejaban la marca de sus labios impresa en “el muro del beso”.
Mientras en el televisor que tu carcelero te ha dejado para que te entretengas, la heroína descubre que su padre es en realidad su hermano y mientras Garrido se bebe otra catira en forma de cerveza, hojeas la biografía novelada que escribió Denzil Romero y que no por casualidad se llama “La tragedia del Generalísimo”. La verdadera tragedia fue tener que aguantar al dictador tantos años para que, años después, llegues a Venezuela y un iluminado que ha escrito varios libros de cocina gracias a los saberes de su negra cocinera te diga que fue Franco el que hizo posible que España entrara en la Unión Europea. ¡Manda huevos!, que diría el ministro.
A Miranda le habría encantado ser el padrino de boda de La Estatua de la Libertad. Hubiera sido la oportunidad perfecta para vengarse de Colón y convertirle en cornudo. Acostarse con su futura esposa hubiera sido un acto mucho más revolucionario que derribar su estatua y arrastrarla por la ciudad envuelta en banderas rojas. Hablando de revoluciones, Miranda no se perdió ni una de las de su época. Ahora tú no te pierdes ni una fiesta. Por eso estás en Venezuela, porque aquí cualquier acto público se convierte en una fiesta, ya sea una manifestación contra el gobierno o una sesión de fotografías, un discurso del presidente o un funeral por un ser querido, quizás porque creen, como tú, que una fiesta no es más que una promesa, una invitación a una sociedad que podría existir si no la atenazaran empresarios rapaces o revolucionarios intolerantes.
Miranda conquistó la parte oeste de la Florida, instalándose por un tiempo en una Pensacola que le recordó a alguna ciudad castellana. Tú, en cambio, te quedaste con la parte este, con ese Miami cada vez más latinoamericano. Alejado del Miami Beach de las patinadoras en bikini y de los paseadores de perros, reclutaste para tu ejército del arte a hombres y mujeres con ganas de nutrir el alma con los sabores y lenguas de sus ciudades de origen. A bordo de tu Zapato-Góndola navegas por el Caribe recogiendo recetas, menús, soperas, latas, culebras, cochinos, etc., en un afán imposible por atrapar todo el sabor de una región tan bien sazonada.
De lo que no tienes ninguna duda es que no vas a firmar ninguna acta de independencia, ni que te lo pida Ferran Adrià. Lo único que quieres independizar es el arte y para eso construyes tu propio refugio a los pies de Montjuich, en Barcelona, para no depender ni de políticos bailadores de samba ni de cubanos inquisitoriales que censuran a un artista que comete el pecado de crucificarse ¿Qué culpa tendrá Nelson Garrido de que se le multipliquen los miembros cuando le dan un premio? ¿Qué culpa tienes tú de que un Papa también cague? Ya lo dijo Nietzsche: “la censura es la moralidad del rebaño”.
5 comentarios:
Parece que el plátano maduró, por eso ahora piensa más las cosas y tarda en manifestarse... porque espero que lo siga haciendo, aunque sea en una versión junior.
El insomnio quizo que el otro día me quedará pensando en la Caracas Sangrante que no tengo porque no me puse las pilas (me faltan gotas de sangre catalana para cerrar los tratos), y al mismo tiempo pensé que la otra foto que me gustaría tener del aguerrido Nelson Garrido es Miralda en la Carraca... azar concurrente diría el Abuelo Castillo?
uy, el insomnio acostumbra a ser creativo...
respecto a la foto yo se la pedí al tío Nelson y creo que piensa sacar copias para una expo así que te aviso...
Quizo o quiso? creo que quiso, autofedeerratas que le dicen.
Gracias por el aviso Marc... le escribiré al tío.
https://www.youtube.com/watch?v=sWstrEB-9o4
otra reinterpretación de la obra.
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