viernes, 31 de octubre de 2008

Octubre incierto 8


Ceno con Alberto Soria y Nelson Garrido en el Mesón de Andrés. Es sin duda el mejor restaurante de cocina española (y seguramente de todas las cocinas) de Caracas. Comer en el Mesón con "el profesor" supone, además, degustar los mejores platos de la casa, servidos por su propio dueño que se esmera en ofrecernos una velada única. Durante la cena Nelson me cuenta lo bien que le han ido los consejos de Alberto para superar su reciente separación. Con varias copas de vino encima nos damos cuenta de que Alberto se parece cada día más a Balzac (la foto, del propio Nelson, lo atestigua). Al mismo tiempo, una señora se acerca a la mesa y lo saluda efusivamente. Lean sus libros, nos comenta, es un genio. Ya lo sabemos, le respondo yo. Su editor, Ulises Milla, también lo sabe. La semana que viene se presenta "Con los codos en la mesa", el tercer libro que publica Balzac-Soria en menos de un año. Después de "Permiso para pecar" y de "Mi whisky, tu whisky, el whisky", nos llega este tercer volumen que espero poder saborear pronto.
Rescato de mi computadora una reseña que escribí de "Permiso para pecar" en la Revista 21. Como fue una revista que casi nadie leyó, lo adjunto aquí para los curiosos.
La cocina como teatro
Hedonismo: doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida.

Alberto Soria es un hedonista irredento. Busca el placer en una de las actividades de la vida que por lo menos tres veces al día llevamos a cabo: alimentarnos. Pero el placer que busca Soria no cae del árbol como el mango maduro sino que hacen falta ciertas estrategias para encontrarlo. De ahí la necesidad de tener en casa un ejemplar de “Permiso para pecar”, un libro que además de útil es un alimento para la inteligencia, porque a ésta no le basta con las recetas que salen en el periódico.

Se nota que Soria lleva años alimentándose bien. Su buen carácter nos lleva a Moliere, “cuando he comido bien, mi alma todo lo resiste”, y su serenidad a Shakespeare, “el alcohol estimula el deseo pero estorba en la función”, citas que el autor esparce como especias en una ensalada literaria que intuimos no ha necesitado de las 6 personas de las que dice un cocinero alemán son necesarias para prepararla.

“Permiso para pecar” es un libro que se bebe a sorbitos, lentamente, para tener más tiempo para disfrutarlo. Alberto Soria sabe que aquello de “lo bueno, si breve, dos veces bueno” es una de las tantas falacias con las que nos quieren acelerar la existencia. Por eso su libro se lee a fuego lento al igual que sus almuerzos exigen sobremesa. La prisa mata y la buena cocina, como las buenas conversaciones, no tiene hora límite.

Alberto Soria es un gran seductor. Seduce con inteligencia porque “los afrodisíacos se cocinan en la mente, desde hace mucho tiempo”. En épocas como la actual, en la que los niños, de mayores, quieren ser chef, Soria nos recuerda que para hacer un buen papel en ese teatro personal en que se ha convertido la cocina no basta con comprarse un delantal. “Permiso para pecar” regala consejos que tanto sirven para una comedia bufa como para una tragedia griega. La vida es puro teatro y la cocina es hoy en día el lugar más chic para representarlo.

En un país de escasa cultura y tradición vinícola, hacen falta libros como éste para aclarar ciertos conceptos que podrían parecer obvios pero que muchos se empeñan en saltárselos, como la diferencia entre temperatura ambiente y temperatura caliente, y para dejar sentadas ciertas reglas que no es conveniente romper si no se tiene el conocimiento para ello. Tampoco queremos pecar de optimistas, aunque nos den permiso, y este imprescindible libro no impedirá que algunos sigan bebiendo etiquetas en lugar de buenos vinos mientras otros comen a oscuras o tumbados en un sofá porque su revista favorita de tendencias les ha dicho que eso es lo que se lleva en Berlín. La cultura de la apariencia y el esnobismo están demasiado instalados en el disco duro de ciertas clases sociales.

“Permiso para pecar” es, en definitiva, un libro sobre la buena vida, la que, en buena lógica, todos deberíamos aspirar a vivir. En su presentación, hace unos meses, en la librería Alejandría III, pudimos constatar que Soria seguramente vivirá muchos años ya que no le faltan ni vino ni buenos amigos. Los que estuvimos allí estamos de acuerdo en que la gente sin placer nos parece muy peligrosa. Buen provecho.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Octubre incierto 7


Voy caminando por Chacaíto y me topo con un trabajador de la limpieza. Lleva una franela naranja, por tanto trabaja para el Municipio de Chacao. Barre con cierta parsimonia. De repente, recoge un par de botellas de vidrio del suelo, mira a ambos lados, y, ante la falta de testigos, las lanza a un patio interior de un domicilio privado, en donde caen y se rompen en mil pedazos. El trabajador de Chacao vuelve a su escoba y sigue barriendo. Un ejemplo de lo que es Caracas en estos días. Un basurero sin orden ni concierto. Despelote total. Un gobierno que quiere solucionar los problemas del mundo pero que no consigue ni siquiera recoger la basura de su ciudad capital. En el almuerzo un amigo me cuenta otra anécdota reveladora de este estado de ánimo general: si Chávez hace lo que le viene en gana, los demás también podemos. Es Semana Santa. La tradición, en esas fechas, para los creyentes, es visitar los siete templos. Dos señoras de clase media van por el cuarto templo. A una de ellas le entran ganas de ir al baño. Entra en uno cercano y sale corriendo al poco tiempo. Sube a un taxi que nos vamos, le espeta a su amiga. Ya en el carro, la amiga le pregunta qué le sucedió en el baño. Me encontré un celular y se lo quiero regalar a mi hijo, le contesta impávida. Celular mata templos. Si Dios no existe, todo está permitido, leíamos en los Karamazov. Sin embargo, en Chacao, no se les ha ocurrido mejor idea que ponerle una estatua a Juan Pablo II (Una estatua que ahora mismo está rodeada por la propaganda de Chávez y el PSUV). In God we trust. Hablando de creencias, leo en El País que un joven marroquí de 18 años se ha pasado un mes y medio en la cárcel por escribir "Dios, Patria y Barça" en lugar de "Dios, Patria y Rey", en lo que ha sido considerado una gravísima afrenta al rey Mohammed VI. Increible. Si hubiera puesto "y Real Madrid" aún se entendería...
http://www.elpais.com/articulo/internacional/libertad/provisional/chaval/marroqui/escribio/Barca/vez/Rey/elpepuint/20081029elpepuint_11/Tes
Más tarde, en una de las habituales colas de la autopista, me fijo en un gigantesco anuncio: Misión Babilonia. Me quedo un rato pensando si será un nuevo programa social del gobierno, que consista quizás en crear una réplica del paraíso terrenal en Catia, pero miro con más detalle y en la letra pequeña pone "con Vin Diesel", y no, tampoco es una película de la Villa del Cine, porque en ese caso la protagonizaría Sean Penn o Danny Glover, que como todo el mundo sabe son auténticos revolucionarios. Acabo el día en una librería buscando alguna novela de un joven autor local pero me topo con "Parménides", de César Aira. Leo el primer párrafo y no me queda otra opción que comprarla. La leo completa en el trayecto Caracas-Bogotá. Estupenda lectura.

"Esta es la historia triste y fatal del escritor Perinola, que vivió a comienzos del siglo quinto antes de Cristo en una colonia griega de la costa italiana del sur. Cuando empezó la historia, aunque ya estaba empezando a dejar de ser joven, era un escritor joven, una promesa como suele decirse; no había gran cosa en la que basar la promesa, pero con poco alcanza, y hasta con nada, si lo que se promete es algo tan inverificable como la poesía. En realidad no había escrito casi nada, y lo habían leído menos, pero eso no significaba que la consideración (un tanto ambigua además) en que lo tenía un puñado de entendidos o supuestos entendidos en poesía careciera de todo fundamento. A veces se dan casos de adivinación social, que suelen entrar en la categoría de profecías autocumplidas. Eso puede deberse a que son tan escasos los escritores buenos que cuando aparece uno, entre mil malos, casi no necesita escribir para que alguien se dé cuenta. Y además está el hecho de que las falsas adivinaciones o las promesas que no se cumplen no se toman en cuenta."

martes, 28 de octubre de 2008

Octubre incierto 6


Iba hoy a escribir de otra cosa pero me he encontrado con esta noticia en El País con la que me he reído mucho. La acompaño con una de las memorables portadas de El Jueves, la revista preferida de la Familia Real.
Por cierto, en el dicionario de la Real Academia de la Lengua se define CRÁPULA como hombre de vida licenciosa...

http://www.elpais.com/articulo/espana/alcalde/Puerto/Real/tilda/rey/crapula/deleznable/elpepuesp/20080424elpepunac_2/Tes

El alcalde de Puerto Real tilda al rey de "crápula" y "deleznable"

La Audiencia Provincial de Cádiz abre un expediente a José Antonio Barroso, de IU, por estas declaraciones

La Fiscalía de Cádiz ha abierto un expediente al alcalde de Puerto Real, José Antonio Barroso, de IU, después de que llamara "crápula" y "corrupto" al Rey Don Juan Carlos I y a su padre en el aniversario de la República, el pasado 14 de abril, según informa un diario local gaditano. El expediente se encuentra en "fase de estudio" para ver si Barroso ha incurrido en algún delito tras sus declaraciones, ha señalado la fiscal jefa de la Audiencia, Ángeles Ayuso.

El pasado 14 de abril, durante el aniversario 77 de la II República, el regidor afirmó entre otras cosas que "el Borbón es hijo de un crápula. El Borbón de condición deleznable, el presente, no es menos deleznable de lo que su padre fue. Afecto al golpe de estado, despreciado por el tirano, al que reiteradamente le solicitó su incorporación al ejército faccioso. El Borbón es hijo de una persona de condición licenciosa, deplorable, deleznable. No menos licenciosa que la de su esposa".


Barroso, que lleva más de 20 años al frente del consistorio, ha ratificado, en una entrevista telefónica con ELPAÍS.com, algunas de las frases de su alocución a pesar de que "no hubo medio acreditado" que grabara sus palabras. "Lo que yo dije lo vengo diciendo desde hace mucho tiempo", ha dicho el edil, quien ha agregado que sus acusaciones "no son injurias".

El regidor se ha considerado sorprendido por la repercusión de sus palabras. El asunto, a su juicio "se está complicando en exceso", aunque las posibles consecuencias "en absoluto le preocupan". "Me parece que hay que romper ese manto de silencio que envuelve a la monarquía. El rey es un funcionario público, que hay que someter a las mismas exigencias que al común mortal", dijo el también diputado provincial.

En los festejos republicanos el edil señaló que "si los medios fueran capaces de reproducir esto, yo me someto a la exigencia jurídica del sistema para demostrarlo o no. El Rey señores, porque su procedencia lo es, es corrupto". Y fue más allá para pedir "echar" a Don Juan Carlos, "al Borbón, aunque no lo colguemos con los intestinos de los obispos, lo tendremos que echar".
Barroso también se quejó de que no se pueda "imputar" al Rey. Y puso un ejemplo. Si el Rey, dijo atropella a una joven y esta muere, el monarca "quedaría sin el obligado castigo como resultado, por ejemplo, de un hecho que tiene que ver posiblemente con su acostumbrada vinculación etílica".

jueves, 23 de octubre de 2008

Octubre incierto 5


Desde el mes pasado colaboro con la revista Cartel Urbano, http://www.cartelurbano.com/xpose/, una revista mensual que recoge un poco la movida cultural de Bogotá. Adjunto el artículo de este mes.

GUÍAS PARA VIAJEROS SIN COMPLEJOS

Hay países sin representación en la ONU, países que no participan en los Juegos Olímpicos y que no tienen equipos en la Champions League. Son países tan nuevos que cuesta situarlos en un mapa. Las aerolíneas de bajo coste aún no han descubierto su potencial turístico. No se ha hecho un programa “Wild On” sobre esas tierras. Gracias a unos intrépidos australianos que, cansados de dar vueltas al mundo sin encontrar nada nuevo, decidieron crear las “Jetlag travel guides”, ahora sabemos de la existencia de Molvania, San Sombrero o Phaic-Tan.

Molvania (una tierra a la que no llegó aún la odontología moderna) es un país situado en algún lugar del este europeo, en esa turbulenta zona donde mensualmente nacen nuevos países como Kosovo, Osetia del Sur o Abjasia. Entre sus atractivos turísticos, Molvania se siente orgulloso de albergar en su seno al reactor nuclear más viejo de Europa y a unas grandes llanuras que la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad por ser un lugar significativamente monótono. Cabe destacar también que el molvanés, el idioma local, tiene cuatro géneros: el masculino, el femenino, el neutro y un sustantivo común para quesos. Finalmente, en el apartado económico, destacan las exportaciones de heroína de baja graduación y de escupideras.

San Sombrero (un país de carnavales, cocktails y golpes de estado) se localiza en algún lugar de Centro América y el Caribe. San Sombrero está considerado uno de los países con mayor porcentaje de población lectora. Eso se debe a una campaña gubernamental, llevada a cabo por alguno de los diecisiete presidentes que ha tenido en tan solo diez años, que deportó a más de cincuenta y tres mil analfabetos a Haití. En el apartado lingüístico, a pesar de ser un país hispano parlante, se ha desarrollado el dialecto sansombrerino que combina la gramática española, la pronunciación portuguesa y la manera de hablar, a gritos, indígena.

Phaic-Tan (un país de insolaciones y agujetas) debemos buscarlo por el sudeste asiático. El rasgo más destacado de los habitantes de Phaic-Tan es su superstición. La guía señala hasta seis mil números distintos de la buena suerte y solamente dos, el 3 y el 6, de la mala suerte. Se trata de un país con unas peculiares normas viales que obligan a los carros y a las motos a circular por la izquierda dejando libre elección a camiones y busetas. Tocar la bocina es obligatorio a la hora de acelerar, frenar, girar a derecha o izquierda, arrancar o detenerse. La guía recomienda a los turistas abstenerse de circular o, en caso de hacerlo, alquilar un auto blindado y una escolta policial.

Molvania, San Sombrero y Phaic-Tan son los tres primeros ejemplares de las Jetlag guides, una iniciativa de los australianos Santo Cilauro, Tom Gleisner y Rob Stich. Parodia de las inefables Lonely Planet, su lectura confirma los absurdos del turismo contemporáneo, siempre en busca de lugares exclusivos e insólitos. Repletas de humor (los autores afirman que, de sus numerosos viajes, lo único de lo que están seguros, es que nunca van a encontrar a nadie interesante en un hotel de cinco estrellas), estas guías nos pueden ayudar a la hora de elegir nuestro próximo destino para las vacaciones. Las guías se consiguen en Amazon en inglés y, camufladas entre las guías “serias”, sus correspondientes traducciones al italiano y al francés. Hasta el momento, con la curiosa excepción de un ministro inglés que argumentó que la guía de Molvania sólo iba a aumentar los prejuicios hacia los países del este europeo, parece que el resto de implicados se lo han tomado con buen humor.

lunes, 20 de octubre de 2008

Octubre incierto 4


Jornada venezolana en Barcelona. Por la mañana me acerco a la Casa América de la calle Córcega, un apartamento de l'Eixample reconvertido en sala de exposiciones. Allí se exhiben las fotografías de Lurdes Basolí, http://www.lurdesbasoli.com/, una joven fotógrafa catalana que ha recorrido Venezuela en busca de momentos, situaciones, imágenes que expliquen algo de una realidad social compleja, muy distinta de la que imagina la trasnochada izquierda europea. Además de fotografías, el visitante puede gozar con algunos de los brillantes monólogos televisivos del comandante bolivariano y de una instalación con los inefables chavecitos made in China que pude adquirir en Caracas antes de que se acabaran las existencias. Más información en el siguiente link: http://pacoelvirafoto.blogspot.com/2008/09/barcelona-la-ciudad-de-la-fotografa.html

Por la tarde me tomo un café con Fedora, una venezolana que decidió dejar un rato su país y abrirse a todo lo que una ciudad como Barcelona puede ofrecer al extranjero. Tan encantada está que incluso quiere aprender catalán... Me encuentro también con Diómedes Cordero, profesor de la Universidad de los Andes, quien me confiesa que, básicamente, dedica su tiempo en Barcelona a hacer nuevas amistades. Curiosamente, y a pesar de ser de Mérida-Venezuela, o justamente por eso, considera que Barcelona es una ciudad muy provinciana. Por la noche recibo un correo de mi alto pana Leo Campos, solvente futbolista, prometedor escritor y futuro padre, que nos adelanta en su blog http://mijaragual.blogspot.com/2008/10/de-las-edades-del-sexo-historia-pseudo.html un retazo de la novela inédita (aunque por poco tiempo...) Las edades del sexo: historia pseudo porno de un muchacho de pueblo
15 Vs 28 (apropiar es invadir o viceversa)

Se hacía el dormido, o trataba de dormirse, pero es que las nalgas de su prima, una prima que venía no sabía a cuenta de qué, que era más bien algo así como prima de su papá o una amiga de la infancia de su papá, pero que en todo caso era lejana, estaba de vacaciones en casa porque ella era de Upata y él de Guri, pero ahora vivía en Ciudad Bolívar, donde hace más calor y las cosas son más cercanas, más pobres, más feas. Y era época de vacaciones o ella se acababa de divorciar de su marido que la maltrataba, le pegaba en público y le daba nalgadas delante de sus amigos y una vez hasta se atrevió a arrancarle la blusa delante de todos los que bebían en su casa y después se puso a reír y le gritó que se fuera al cuarto inmediatamente y se pusiera otra maldita blusa y que si no le gustaba que se largara y eso fue lo que hizo y por eso estaba ahora durmiendo a su lado, con las dos nalgotas lisas y tibias casi envolviéndolo, quitándole el sueño que, generalmente, no le faltaba.

Lo primero que hizo fue abrazarla. Y tocar, poco a poco, porque no veía nada, pero sí escuchaba: escuchaba su respiración y sentía cómo su pecho se levantaba cada vez más, un poco más alto, con más fuerza y con mayor rapidez, y eso era sinónimo de algo que podía percibir como unas ganas. Luego la besó, o la olió primero y después la besó, por la cabeza: ella estaba de espaldas a él y se volteó y lo colocó sobre sí y comenzó a hablarle tan bajito que él no entendía la mitad de sus palabras, pero extrañamente se encontraba allí, sobre esas tetas desnudas, unos senos más bien pequeños, pero consistentes y llenos de pecas, aunque él, con la luz apagada, no podía verlas bien.

Ninguno descubría la edad del otro, pero era evidente que había una gran diferencia, quizá fue esa la razón de que su abuela decidiera que Carlita, la prima, dormiría con él y no con el tío: no mijo, qué va, yo sé cómo terminan esos cuentos, y mi casa no es hotel de naiden, no, no, no me jodan, coño, no señor. Y ahora él encima absorbiéndole los pezones marrón claro, elevados, porosos, cilíndricos y gordos, y esa aureola enorme y un poco más oscura que era casi todo el seno y los presentaba como el pináculo de una noche calurosa –el ventilador estaba dañado– pero estremecedora. Literalmente estremecedora. Y tocando sus muslos, sus nalgas, su espalda, sus pies, su abdomen flácido, como de gelatina blanca, su cuello, sus orejas, la rayita del culo, la pepita del culo o esa vaina que está allí y que él siempre había llamado el nies, o el niéjel, porque ni es el culo ni es la cuca; esa zona donde están los músculos del suelo de la pelvis, donde el esfínter es capaz de apretar si se le activa violentamente. Y lo hacía como si nada, como si estuviera acostumbrado, o era eso lo que quería creer, porque para ella era evidente su inexperiencia en todo, aunque sentía algo que la encantaba.

Carlita se sacudió con ímpetu, estaba ardiendo, arrancó la franela con la que dormía, también sus pantaletas y abrió sus piernas en tijera para que el primito chupara lo que quisiera. Era como un pequinés faldero y correlón al que no terminan de salirle los dientes. Y él no sólo chupó lo que quiso, sino que evaluó la situación con su mirada y esperó el tiempo justo para metérselo adentro, bien adentro, y comenzar a bailar un calipso afortunado que recordó de una fiesta de la noche anterior, lo que pareció enloquecer a su prima, que comenzó a gritar y a revolverse sobre las sábanas, apretando sus manos –él podía jurar que le vio brotadas las venas– sin importar que su abuela durmiera en el cuarto contiguo y que su tío, seguramente, estuviera espiando desde la ventana.

La cuca de Carlita era la vaina más recargada que hubiese podido imaginar. Tenía pelos por todos lados, un pelambre negro oscuro, denso, abundante, incluso desde el nies, o el niéjel, casi hasta el abdomen, y un olor como a ácido de batería que salpicaba a veces sobre su rostro. Estaban en lo que ella le llamó vuelta canela (un nombre tan ridículo como innecesario) que no era otra cosa que sexo oral mutuo, simultáneo. Él se cansaba, ya le había metido la almohada en la boca al menos tres veces. Ahora se hacía paso entre esa especie de crin enorme con sus dientes, abría los labios de la vulva con los dedos medio e índice, e introducía su lengua e imaginaba que era otra vez un calipso de furia el que sonaba y se ponía a moverla tratando de imitar la mecha de un taladro, y ella no aguantaba, quería gritar pero se frenaba, sentía que el ácido de batería era el de la boca de su primito, que la estaba quemando por dentro y que su cuerpo debía andar por los 44 o 45 grados centígrados y por eso estaba a punto del delirio, y los muslos le temblaban, y veía o sentía cómo ahora él le daba nalgadas, pero no como las de su ex marido, que le pegaba en público, sino unas nalgadas que le sacudían hasta las pantorrillas y eso también le gustaba. Tomaba su pene con unas manos débiles y jugaba a las formas, una horqueta, un caño, lo sacudía hasta quince o veinte veces mientras veía luces o estrellas o neuronas incendiadas, y lo sobaba y decía, primito, primito, qué rico, ay, ay…

domingo, 19 de octubre de 2008

Octubre incierto 3




Rescato un texto que escribí hace unos años relacionando el "Miranda en la Carraca" de Michelena con el "Miralda en la Carraca" de Nelson Garrido. Apareció en un número de Platano Verde, sí, esa estupenda revista venezolana de la que no se sabe si existe, si se suicidó o si vivirá eternamente.

MIRALDA EN LA CARRACA

¡Bochinche!, ¡Bochinche!, esa gente no sabe sino de bochinche, dejó dicho Francisco de Miranda sobre sus compatriotas. Ahí lo tienes, inmortalizado por Michelena, recostado en un camastro parecido a éste en el que, casi doscientos años después, reposas tú, Antoni de Miralda, en esta improvisada Carraca en la que te ha encerrado esta mañana el mariscal Garrido, el cabecilla de la ONG, la Organización Nelson Garrido. ¡Cuánta razón tenía el general Miranda!, piensas mientras aguantas estoicamente la sesión de maquillaje. No se toman nada en serio estos venezolanos: hacen santos a los malandros, colocan mujeres semidesnudas en las latas de cervezas, escriben proclamas revolucionarias en las bolsas de las caraotas y le dan el premio Nacional de Artes Plásticas a un fotógrafo que muestra a la virgen asesinando al niño Jesús. ¡Qué poca seriedad!

“¡Ay, mi hijo!, ¡eres todavía muy chico para comprender!, ¡alguna vez tendrás que irte lejos!, ¡alguna vez regresarás triunfal!”, proféticas palabras paternas que con 21 años recordó Miranda recién desembarcado en Cádiz y recordaste tú recién llegado a París. Huíais ambos de provincianismos coloniales y dictaduras represoras. Sabíais que sólo a través de las luces y el arte podía uno hacerse cosmopolita y elevarse por encima de la oscura mediocridad dominante. Para cosmopolita tú, Miralda: un año te ganas el premio al Caganer del año y al siguiente te conviertes en la reencarnación del prócer venezolano por excelencia. Ahora entiendes tu antimilitarismo. Ya luchó Miranda en demasiadas batallas. Combatió con el Ejército español y contra él. Luchó por la Revolución Francesa y los mismos revolucionarios casi le guillotinan. A modo de penitencia por tanta batalla, dos siglos después, tú recorriste incansable las calles de París cargando un soldado de plástico. Bajo el Arco de Triunfo de la plaza de la Estrella de París te preguntaste quién sería ese Miranda que comparte pared con los generales franceses de la Revolución. Como te quedes mucho tiempo más en esta Carraca, igual inmortalizan tu nombre en el Paseo de los Próceres de esa Caracas que tanto te gusta.

Tumbado en este infecto camastro, recuerdas aquél París de los 70 en el que preparaste un Ritual en Cuatro Colores, utilizando los tres de la bandera venezolana ideada por Miranda, rojo, azul y amarillo, más un verde que te quiero verde que el primer criollo de dimensión universal tal vez perdió en una de esas noches en la que se dejó imbuir por las exquisitas experiencias sensoriales del sexo y la comida. En Amberes presentaste A la taula i al llit al primer crit (a la mesa y a la cama al primer grito) y, sin saberlo, se lo dedicaste a este seductor que no necesitó un segundo aviso para meterse en las camas de media Europa. Al igual que tú, Miranda fue un artista adelantado a su tiempo. Un artista conceptual que, con maneras exquisitas y temblado pulso, retiraba de cada una de sus amantes un pelo de su vello púbico, que guardaba con afán de coleccionista de obras de arte ¿En que Bienal de Arte del siglo XX se ha visto un happening así?

Te has pasado la vida homenajeando a Miranda. Si en el Monasterio del Escorial Miranda descubrió la absurdidad de tanta panoplia funeraria, de tantas ideas extraviadas sobre el más allá, de tantos epitafios en latín macarrónico y de tantas tumbas de pesadas losas de mármol, en París tú presentaste los Ceniceros Tumba, contenedores de ceniza obtenida a partir de seres humanos muertos y de cigarrillos. Honraste la memoria de Miranda clasificando las cenizas obtenidas de los cadáveres en dos grupos: cenizas de generales y cenizas de amantes de generales ¿Cómo son las cenizas de una miss?

Europa se os quedó pequeña a los dos y Nueva York fue la puerta de entrada al nuevo mundo. Mientras Miranda se dedicó a estudiar el sistema político de la nueva nación, tú te dedicaste a investigar qué fue lo que comieron en La Última Cena. ¿Ensaimadas verdes? ¿Vinos tintos amarillos? ¿Arroces tricolores? ¿Sangría? Miranda obtuvo en Nueva York lo que necesitaba para liberar su patria: un buque, fusiles y cañones. Tú abriste un restaurante, El Internacional, en el que se servían bocadillos arqueológicos y en donde las que nunca fueron amantes de Miranda dejaban la marca de sus labios impresa en “el muro del beso”.

Mientras en el televisor que tu carcelero te ha dejado para que te entretengas, la heroína descubre que su padre es en realidad su hermano y mientras Garrido se bebe otra catira en forma de cerveza, hojeas la biografía novelada que escribió Denzil Romero y que no por casualidad se llama “La tragedia del Generalísimo”. La verdadera tragedia fue tener que aguantar al dictador tantos años para que, años después, llegues a Venezuela y un iluminado que ha escrito varios libros de cocina gracias a los saberes de su negra cocinera te diga que fue Franco el que hizo posible que España entrara en la Unión Europea. ¡Manda huevos!, que diría el ministro.

A Miranda le habría encantado ser el padrino de boda de La Estatua de la Libertad. Hubiera sido la oportunidad perfecta para vengarse de Colón y convertirle en cornudo. Acostarse con su futura esposa hubiera sido un acto mucho más revolucionario que derribar su estatua y arrastrarla por la ciudad envuelta en banderas rojas. Hablando de revoluciones, Miranda no se perdió ni una de las de su época. Ahora tú no te pierdes ni una fiesta. Por eso estás en Venezuela, porque aquí cualquier acto público se convierte en una fiesta, ya sea una manifestación contra el gobierno o una sesión de fotografías, un discurso del presidente o un funeral por un ser querido, quizás porque creen, como tú, que una fiesta no es más que una promesa, una invitación a una sociedad que podría existir si no la atenazaran empresarios rapaces o revolucionarios intolerantes.

Miranda conquistó la parte oeste de la Florida, instalándose por un tiempo en una Pensacola que le recordó a alguna ciudad castellana. Tú, en cambio, te quedaste con la parte este, con ese Miami cada vez más latinoamericano. Alejado del Miami Beach de las patinadoras en bikini y de los paseadores de perros, reclutaste para tu ejército del arte a hombres y mujeres con ganas de nutrir el alma con los sabores y lenguas de sus ciudades de origen. A bordo de tu Zapato-Góndola navegas por el Caribe recogiendo recetas, menús, soperas, latas, culebras, cochinos, etc., en un afán imposible por atrapar todo el sabor de una región tan bien sazonada.

De lo que no tienes ninguna duda es que no vas a firmar ninguna acta de independencia, ni que te lo pida Ferran Adrià. Lo único que quieres independizar es el arte y para eso construyes tu propio refugio a los pies de Montjuich, en Barcelona, para no depender ni de políticos bailadores de samba ni de cubanos inquisitoriales que censuran a un artista que comete el pecado de crucificarse ¿Qué culpa tendrá Nelson Garrido de que se le multipliquen los miembros cuando le dan un premio? ¿Qué culpa tienes tú de que un Papa también cague? Ya lo dijo Nietzsche: “la censura es la moralidad del rebaño”.

jueves, 16 de octubre de 2008

Octubre incierto 2



En Barcelona todo el mundo habla de la crisis. A mi amigo Carlos, por ejemplo, le excita que la gente pierda dinero en la bolsa. Me cuenta que un conocido suyo perdió 60.000 euros en Lehman Brothers. Se enteró y tuvo una erección. Cosas que pasan. Se le bajó en seguida al ver a las mujeres de la foto. Se trata de una campaña hecha en Estados Unidos en la época de la prohibición. "Los labios que toquen el alcohol no tocarán los nuestros". Ni ganas. Otro tema recurrente en Barcelona, entre tapa de mejillones y tapa de chocos, es el Facebook. Se ha puesto de moda. Yo, de momento, me resisto a los cantos de sirena. No tengo ningún interés en saber qué cara tienen ahora mis compañeros de la escuela. Si me encuentro a algún compañero de los Maristas, cambio de acera al instante. Me da un ataque de pánico escénico parecido al que tuvieron los jugadores del Atlético de Madrid en el Nou Camp. Esa noche sí fue multiorgásmica. Pero claro, la excitación se esfumó al poco rato de salir del estadio y cruzarme con un ciclista desnudo. Porque sí, lo crean o no, en Barcelona no se puede beber en la calle pero, en cambio, aprobado por el Ayuntamiento, se puede caminar, conducir o ir en bici desnudo. Es una ciudad antitaurina pero nudista. Tal vez sea una medida contra la crisis. La ropa, ya se sabe, es algo superfluo, un lujo prescindible en épocas de recesión. Volviendo a la crisis, y poniéndome moralista, sería bueno que todos estos agoreros de salón leyeran un breve cuento de Pessoa, "el Banquero anarquista". Estoy seguro que les iluminaría en sus teorías y previsiones.

"El mal verdadero, el único mal, son las convicciones y las ficciones sociales, que se sobreponen a las realidades naturales; todo, desde la familia al dinero, desde la religión al Estado. La gente nace hombre o mujer: quiero decir, nace para ser, una vez adulto, hombre o mujer; no nace, en buena justicia, natural, ni para ser marido ni para ser rico o pobre, como tampoco nace para ser católico o protestante, o portugués o inglés. Es todas esas cosas en virtud de las ficciones sociales. Pero por qué esas ficciones sociales son malas? Porque son ficciones, porque no son naturales. Tan malo es el dinero como el Estado, la constitución de la familia como las religiones. Si hubieran otras que no fueran éstas, serían igualmente malas, porque también serían ficciones, porque también se sobrepondrían y estorbarían a las realidades naturales. Pero cualquier sistema que no sea el puro sistema anarquista, que quiere la abolición de todas las ficciones y de cada una de ellas completamente, es una ficción también. Emplear todo nuestro deseo, todo nuestro esfuerzo, toda nuestra inteligencia, para implantar, o contribuir a implantar, una ficción social en vez d eotra, es un absurdo, cuando no resulte incluso un crimen, porque es provocar una perturbación social con el fin expreso de dejarlo todo igual. Si encontramos injustas las ficcione sociales, porque oprimen y aplastan lo que es natural en el hombre, para qué emplear nuestro esfuerzo en sustituirlas por otras ficciones, si lo podemos emplear para destruirlas a todas?

martes, 7 de octubre de 2008

Octubre incierto


Viajo a Barcelona. Llego muy cansado. Cansancio acumulado. Noches sin dormir. Los santos malandros lo pasan mucho peor. Tan mal como aquellos indios que se llevaban los conquistadores en los primeros viajes para mostrarlos en la corte. De mis siete malandros caraqueños sobreviven a la travesía oceánica apenas tres : Fredy, William e Ismael (éste último con una ligera contractura muscular). Gabriel aparece descabezado, Isabelita, partida por la mitad, Carlos triturado y Erika descompuesta. Una tragedia, malandra, pero tragedia al fin y al cabo. Definitivamente su lugar era Caracas. Tal vez el mío también. De las primeras cosas que me dice mi madre al verme, un año después, es que Caracas me sentaba mejor que Bogotá... En fin. Dejo a los malandros heridos en casa de mi abuela. Allí tengo la mayoría de mis cosas, básicamente libros, música y películas, amontonados en varias cajas.

Hablando de Caracas, en estos días José Tomás Angola me envía este texto sobre la ciudad. Dice él que se lo pedí. No lo recuerdo. Debió ser en el almuerzo que compartimos hace poco con Félix Allueva, el hombre que maduró a los cincuenta y tantos... José Tomás luce ahora un look híbrido entre talibán y ermitaño de la montaña que seguramente asustará a más de uno... No se preocupen, sigue siendo el mismo bon vivant de siempre: el que disfruta de un buen habano al lado de un embajador, de un buen pez espada en el Altamar, de un buen whisky en el 360, de una buen concierto en el colegio Emil Friedman, de la buena vida en general...

Carta necia de amor a Caracas

Esta ciudad de flojera sombría, entregada a dormir una siesta en el canto de las manos verdosas del valle, es todo lo que amo. En mi ínfima forma puedo recorrer sus pliegues y zambullirme, cuantas veces desee, en sus oscuridades. Nunca dice que no, nunca se siente indispuesta ni sufre de dolor de cabeza. Nunca se esconde ni me niega sus labios para el beso oportuno. No necesita que le diga que la amo, ni me devuelve palabras prestadas que le he dicho. No me pide paciencia ni comprensión, ni llora por tonterías, ni se ofusca por bolserías. Caracas carece de carácter, carabineros, canciones, cartas cardíacas, carros caros, calvas castas, caricias carentes de carne, carismas de caraduras y caracoles, caramelos y cantantes , y sin embargo no le hacen falta para saberse amada – al menos por mí-. Lo que me queda por vivir será entre sus imperfecciones, entre sus rudos delirios, entre sus ahogados abrazos, entre su fe de carbonero de que todos los que la circulan saben de su personalidad inquieta. Así es para mí y para tantos que se someten a la dura prueba de sobrevivir entre calles graves, sólo por la delicia de seguir aquí. Mato el mito de la ciudad tropical y delincuente, mato su deshonor de ciudad asesina y a pesar de las huestes descerebradas que obran entre las callejuelas con el odio en sus almas, ella está virgen y salvada, como salvado estoy yo cada noche de entumecido mirar cuando en la ventana me siembro y trato de hallar el por qué a tanta mierda que veo. Ella me salva con sus senos erectos de aperada dimensión, entre San Bernardino y Coche. Ella me salva con su rostro agraciado entre Catia y Caricuao. Ella me salva de la terrible desesperación de tanta madrugada cruel con su pubis primoroso entre Sebucán y los Chorros. Ella me salva de perderme con sus pies de niña entre El Marqués y Petare. Ella siempre me salva con sus brazos elevados entre Las Mercedes y La Trinidad. Ella se sabe amada y me lo dice cada vez que se desnuda para que la observe. Ella lo sabe y se recuesta al muro lapislázuli que la aleja del mar y que los desconocidos llaman Cerro Ávila.

Extracto del libro "Relatos de Boulevar" de José Tomás Angola